sábado, 23 de junio de 2007

Ese punto azul pálido...

María, mi chica, me habló emocionada de estos vídeos de Carl Sagan, divulgador científico que murió mucho antes de que Al Gore reparase en la finitud del átomo.
Viendo las imágenes, uno se queda pasmado tratando de imaginarse dentro de ese punto azul pálido que es la Tierra, la perdida Tierra, consecuencia de un estornudo sideral producto de un resfriado de miles de millones de años. Si tuviese que representar esa finitud atómica de que hablaba al principio, elegiría la imagen que Sagan eligió al principio del primero de sus documentos, que reproduzco a la derecha, para mostrarnos nuestra pequeñez universal.
Nosotros, sin embargo, nos creemos grandes, enormes, gigantescos, poderosos, por eso hacemos lo que hacemos con nuestro planeta y con nuestros semejantes, sin darnos cuenta de que cada golpe es una autotortura y cada muerte un lento suicidio. Pero también somos todo eso cuando aplicamos nuestro vigor a la bondad, la generosidad, el amor y la comprensión.
Quería escribir sobre esto, compartirlo, desde que María me habló de los vídeos, pero no sabía cómo enfocarlo. Anoche, Séneca, el hispano, el Joven, me dio la solución leyendo su carta a Lucilio sobre el valor del tiempo, que reproduzco:

Obra así, querido Lucilio: reivindica para ti la posesión de ti mismo, y el tiempo que hasta ahora se te arrebataba, se te sustraía o se te escapaba, recupéralo y consérvalo. Persuádete de que esto es así tal como escribo: unos tiempos se nos arrebatan, otros se nos sustraen y otros se nos escapan. Sin embargo, la más reprensible es la pérdida, que se produce por la negligencia. Y, si quieres poner atención, te darás cuenta de que una gran parte de la existencia se nos escapa obrando mal, la mayor parte estando inactivos, toda ella obrando cosas distintas de las que debemos.
¿A quién me nombrarás que conceda algún valor al tiempo, que ponga precio al día, que comprenda que va muriendo cada momento? Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte, siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo cuanto de nuestra vida queda atrás, la muerte lo posee.
Por lo tanto, querido Lucilio, haz lo que me dices que estás haciendo: acapara todas las horas. Así sucederá que estés menos pendiente del mañana, si te has aplicado al día de hoy. Mientras aplazamos las decisiones, la vida transcurre.
Todo, Lucilio, es ajeno a nosotros, tan sólo el tiempo es nuestro: la naturaleza nos ha dado la posesión de este único bien fugaz y deleznable, del cual nos despoja cualquiera que lo desea.
Y es tan grande la necedad de los mortales, que permiten que se les carguen a su cuenta las cosas más insignificantes y viles, en todo caso sustituibles, cuando las han recibido; en cambio, nadie que dispone del tiempo se considera deudor de nada, siendo así que éste es el único crédito que ni siquiera el más agradecido puede restituir.
Quizás me preguntes qué conducta observo yo, que te doy estos consejos. Te lo confesaré sinceramente: como le acontece a un hombre pródigo, pero cuidadoso, tengo en orden la cuenta de mis gastos. No podría afirmar que no derroche nada, pero te podría decir qué es lo que derrocho, por qué y cómo: te expondré las causas de mi pobreza.
Pero me acontece a mí lo que a muchos de los que, sin culpa suya, han caído en la indigencia: todo les disculpan, nadie les auxilia.
¿Qué significa esto? Que no considero pobre a quien le satisface cuanto le queda, por poco que sea. Con todo, prefiero que tú conserves tus bienes y así comenzarás en el tiempo justo. Pues, según el aforismo de nuestros mayores, "es ahorro demasiado tardío el que se consigue en el fondo del vaso": en el sedimento no sólo queda una parte insignificante, sino la peor.
Séneca: Valor y aprovechamiento del tiempo. Cartas a Lucilio

Pale Blue Dot (I) Pale Blue Dot (II) Lucio Anneo Séneca

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.