domingo, 11 de marzo de 2007

Y en epitafio te convertirás

Hace unos días me preguntaron: "Y a ti, ¿qué epitafio te gustaría que te pusieran?". Siguiendo el tono amable de la conversación, miré al techo y casi de inmediato respondí: "Aquí germina la simiente de lo infinito, que un día fue mía".
No lo había pensado antes, y seguro que si en otro momento me lo vuelven a preguntar, responderé otra cosa. Pero surgió como surge lo trascendental: de improviso, de lo profundo de ese saco sin fondo que es la mente. Nos asombramos de la capacidad humana para buscar respuestas a lo importante, porque el epitafio es importante en el sentido en que refleja el recuerdo que nos gustaría se perpetuase de nosotros. Es nuestra rúbrica, el abajo el telón de la gran obra que durante un tiempo protagonizamos, y como tal quisiéramos que fuese perfecta. Un buen epitafio sería como un final perfectamente planificado.
La literatura laudatoria es un arte esencialmente poético del que tratamos de sacar lo mejor de nosotros y del que el epitafio viene a ser el corolario de ese best-seller, personal e intransferible, escrito segundo a segundo de nuestra existencia. Quizá por ello la inscripción laudatoria tiene una fuerza emotiva que embarga, impresiona y sobrecoge difícil de encontrar en otras expresiones gráficas, excepción hecha de la declaración de amor, manifestación también del deseo de lo espiritualmente eterno.
El epitafio no es, sin embargo, sólo una despedida, sino también nuestra presentación pública ante los demás, para que sepan quiénes hemos sido, cómo hemos querido vivir y cómo nos gusta que nos recuerden. Polvo eres y en epitafio te convertirás.


  • En contra tuya volaré con mi cuerpo invencible e inamovible, ¡oh muerte! Virginia Woolf
  • Al morir echénme a los lobos. Ya estoy acostumbrado. Diógenes
  • ¡Qué artista muere conmigo! Nerón
  • Si queréis los mayores elogios, moríos. Jardiel Poncela
  • Disculpe que no me levante, señora. Groucho Marx
  • ...y cuando me vaya quedarán los pájaros cantando. Juan Ramón Jiménez
  • Jesús mío, misericordia. Al Capone
  • Es más digno que los hombres aprendan a morir que a matar. Séneca
  • Si no viví más fue porque no me dio tiempo. Sade
  • Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien. Molière
  • Arrebató el rayo a los cielos y el cetro a los reyes. Benjamin Franklin
  • Aquí yace media España, murió de la otra media. Larra
  • Quien resiste, gana. Camilo José Cela
  • Ningún amigo me ha hecho favores, ningún enemigo me ha inferido ofensa que yo no haya devuelto con creces. Lucio Cornelio Sila
  • The End. Buster Keaton

4 comentarios:

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Muchas gracias por la inclusión de la cita de mi abuelo. Un saludo.

Anónimo dijo...

No hay de qué, Enrique. Tu abuelo y su ocurrente epitafio bien se lo merecen. Saludos.

Astrolabio-jsa dijo...

Recordé un ministro de César Gaviria, que después fue profesor universitario, muy crítico de la derecha pero también de la izquierda. En medio de semejante forcejeo, le preguntaron si temía a que lo mataran. Respondió algo que fue un chiste, porque también era un hombre con mucho sentido del humor: "Pues si me matan, me joden". Y tristemente, un día lo mataron, dentro del campus universitario. El epitafio, sin embargo, no dice: "Me jodieron", sino el clásico "QEPD". (Él debe estarse riendo en el cielo.)Saludo.

Anónimo dijo...

Muy buena tu aportación, Julio, gracias. ¡Lástima que no cuajase tan genial, y escatológico, epitafio! Saludos.