viernes, 18 de mayo de 2007

Infantes sin infancia

Uno cree haberlo visto y oído todo y estar de vuelta de casi todo hasta que, en otra esquina de ese proceloso mar que es la vida, se encuentra con alguien que ha sido testigo de más y lo cuenta.
Es el caso de la pedagoga María Jesús Comellas, que en una entrevista en La Vanguardia cuenta cosas tan insólitas como esta:

Hay padres que compran tangas a niñas de tres años y móviles a bebés de dos. Como lo han visto por la tele, lo quieren y se les da.

He tenido que leerlo varias veces para situarme y dar crédito. ¿¡Niñas de tres años con tanga y bebés con móvil!? Si me abofetean sañudamente con una daga de cipayo bengalí no me abría quedado más estupefacto.
Ciertamente, creo que tiene razón la pedagoda cuando dice que hay padres que no saben que lo son, que no se han enterado de lo que tienen entre manos y que necesitan orientación para situarlos con los pies en la tierra y la cabeza centrada en lo que han traído, responsable o irresponsablemente, al mundo.
Escuela y sentido común, amor propio y por sus hijos, pequeños que con semejante experiencia serán futuros criadores de nuevos soldados sin escrúpulos, de vengadores sin motivo, de maltratadores sin causa, de nuevos infantes, en fin, sin infancia.

4 comentarios:

SyrianGavroche dijo...

La triste tendencia a anular la infancia como fase importante de la vida es algo horrible, me explico, un niño de 7 0 8 años ahora parece un adulto en ciertos aspectos comparado con lo que fuimos nosotros, creo yo vamos...


Un saludo

Guillermo Pardo dijo...

Sí, todo va muy deprisa, incluso se vive sin vivir, es decir, se superan etapas vitales sin quemarlas. Los niños nacerán cualquier día con el certificado de jubilación en la mano. Saludos.

Desesperada dijo...

este tema lo hablamos el otro día en mi blog, y lo flipante es que todo el mundo cuestiona la educación que reciben los niños de su entorno. quizá los padres deberían ir al cole!

Guillermo Pardo dijo...

Es curioso, sí, que todo el mundo cuestione la educación de los niños de su entorno, como si los suyos no formasen parte de él. ¿Quién los educa entonces? Nadie parece reconocer sus errores. Saludos.