Los norteamericanos no dan palo al agua si no es para pescar.
Deben pensar que el océano se va a llenar de pescaditos porque han comenzado a tejer una red de 18 millones de dólares en la que pondrían a buen recaudo el producto de la faena. Con la apertura de un centro para inmigrantes, Guantánamo agrandaría su leyenda negra a la vez que las dudas sobre el respeto de la primera potencia mundial a los derechos humanos.
Si la caída de la dictadura cubana está próxima y se prevé un éxodo masivo de nativos, encerrarlos en un gueto no es una acción que contribuya a engrandecer la dignidad de ningún gobernante. De ocurrir lo primero, el ocaso del régimen castrista, habría que acabar de inmediato con el bloqueo económico y comercial para evitar lo segundo, el éxodo de desesperados en busca de futuro. Y si aún así se produjese un proceso migratorio intenso, que es posible, no se puede encerrar a las personas por el simple hecho de querer comer y vivir en libertad, en la libertad que nunca debieron perder.
Sería un contrasentido crear un inmigrantánamo cuando desde la otra orilla se ha clamado durante décadas por la libertad de quienes se ha dicho que vivían encerrados y sometidos, como también lo sería hacer de esa parte de la isla un gueto mayor que la propia Cuba, entendiéndose por tal el lugar en que las personas deben resignarse a su destino.
Algo se mueve en Cuba y, desde luego, es deseable que sea para bien, aunque ciertas medidas a favor de quienes no han respondido judicialmente de sus acciones no sean, precisa y ciertamente, alentadoras.
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