Las pateras se hicieron tristemente conocidas porque arribaban a nuestros salones a través de la televisión. Embarcaciones o, mejor dicho, cáscaras de nueces que ya no sirven ni como material orgánico de desecho nos trajeron miles de personas a las que ya no les quedaba hambre que alimentar, aunque gran parte de esa hambre nutrió la cadena alimentaria marina.
Hoy esa misma miseria humana nos llega en otras cáscaras llamadas cayucos, tan fosilizados como los anteriores. Por ellos sabemos de ese endémico problema humano. Pero hay pateras "invisibles", ocultas a la vista y al gran hermano mediático. Se ocultan tras cuatro paredes en las que se sufre el mismo dolor que implica la lucha por la subsistencia en precario. El esfuerzo por salir adelante es titánico; las condiciones, indescriptibles únicamente con la palabra.
Este me parece un buen ejemplo de explotación del hombre por sus semejantes. Personas que alquilan un cuchitril que luego será subarrendado y en los que otros subarrendarán sus escasos y raquíticos enseres. Hasta la miseria y la inmundicia son negociables. La alternativa es la calle, donde ni siquiera el calor humano mitiga la magra sopa de la indiferencia.
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Da que pensar...
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Casi la mitad de los inmigrantes residentes en España viven en pisos compartidos subarrendados. Faustina Hanglin, en XLSemanal
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3 comentarios:
Esto que mencionas es una vergüenza de la humanidad, no un problema nacional. Eso creo, Guillermo. Saludo.
Estamos totalmente de acuerdo, querido bitacorero.
Saludos
Me había perdido este reportaje en el XLSemanal y me habían comentado sobre él. Gracias por rescatarlo.
Completamente de acuerdo. Es horrible cómo en el mundo se saca provecho de las miserias humanas.
Un abrazo
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