Los caminos de la ciencia son insondables y, a veces, pueden conducirnos al lado perverso de la vida y a la tentación de escrutar lo esencialmente prohibido.
La lectura de esta noticia me produjo un escalofrío que tovadía me recorre el cuerpo. La ciencia nos aporta maravillosas posibilidades de avance, de superación humanamente imposible; pero también puede llevarnos por sendas tenebrosas de las que, paradójicamente, el hombre sale, a menudo, malparado.
Cuando terminé de leer el texto me sentí desnudo, desprotegido, descubierto, despojado, expoliado, vulnerable hasta agotar la capacidad superlativa del "ismo". Pensar que un día alguien puede desentrañar mis pensamientos me convierte en inhumano, pues ¿hay algo más humano que el pensamiento?
Quizá debería ver el lado positivo del hipotético avance científico y pensar que lo que se plantea en la información puede significar el fin de la tortura. ¿Para qué torturar a alguien cuyo pensamiento conoces y que, por tanto, no puede ocultar la verdad buscada? Desde esta perspectiva, los verdugos probablemente tengan los días contados, ¡ojalá!, como también los mentirosos, los manipuladores, los adúlteros, los embaucadores y todos aquellos que, por puro egoísmo e interés especulativo, hacen del engaño profesión. Porque del mismo modo que ellos podrán "leer dentro de nosotros", nosotros podremos "leer dentro de ellos".
Si el descubrimiento cuaja y se convierte en invento, algún día tendremos aparatitos tipo iPod que, como el que controla el sueño y el llanto de los niños, nos permitirán saber si quien duerme en nuestra cama es quien dice y aparenta ser. Será el fin de la confianza mutua. Escalofriante, ¿no?
Como humano, me decanto por la esperanza y quiero pensar, aunque irónicamente, que este nuevo avance científico no me convertirá en un descreído, sino en alguien firmemente convencido de que el póquer tiene los días contados.
[Imagen tomada de Google]
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