Un horrendo barquero cuida de estas aguas y de los ríos,
Caronte, de suciedad terrible, a quien una larga canicie
descuidada sobre el mentón, fijas llamas son sus ojos,
sucio cuelga anudado de sus hombros el manto.
Él con su mano empuja una barca con la pértiga y gobierna las velas
y transporta a los muertos en esquife herrumbroso,
anciano ya, pero con la vejez cruda y verde de un dios.
[Eneida. Virgilio. Libro VI, v. 298 a 304]
Pocas descripciones resultan tan espeluznantes y reales como la que Virgilio hace del "horrendo" Caronte, el barquero de "suciedad terrible" que transporta a los muertos camino de los infiernos a través de la laguna estigia, en "esquife herrumbroso".
Sólo por no encontrarse frente a frente con las llamas de sus ojos ya vale la pena ganarse la orilla opuesta, donde la vejez de los dioses quizá no sea cruda ni verde, vejez que, por cierto, estremece. Si los dioses envejecen de manera tan fría y distante, prefiero la vejez canosa y mortal que me deparen, junto a los míos, los años consumidos.
[Fragmento de La barca de Caronte. Óleo de José Benlliure Gil (1855-1937). Museo de Bellas Artes de Valencia]
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