lunes, 29 de septiembre de 2008

¡Qué flexibilicen ellos!

En tiempos de crisis, a todos se nos dispara el ingenio. A algunos más que a otros, la verdad; pero de todas las originalidades, genialidades y ocurrencias se aprende... o se ríe.
Por ejemplo, es para desternillarse que alguien que no se ofrece voluntario para dar ejemplo de lo que propone diga que para salir a flote (¿quién?) hay que flexibilizar los salarios y el despido (¿de quién?), receta que, curiosamente, nunca se vincula con la flexibilización de los gastos suntuarios, las adquisiciones de palcos vip en estadios y teatros, de segundas y terceras residencias o de coches de último diseño y gran cilindrada.
Nunca entendí cómo desde esferas políticas y empresariales se pueden hacer llamamientos al consumo si a millones de potenciales consumidores se les reducen paulatina y cronológicamente las posibilidades de consumir. Es como pedir a una uva pasa que produzca alvariño.
Con ser eso llamativo, no lo es menos que, además, te pidan que consumas productos españoles. Sabiendo como sabemos que las firmas textiles importan las materias primas y elaboran sus productos en el extranjero, que las más importantes marcas de alimentación y distribución hacen lo propio y además son de capital mayoritariamente foráneo, que los fabricantes de coches tienen su domicilio fiscal más allá de los Pirineos, etc. etc., la pregunta salta a la vista: ¿Pero todavía quedan productos españoles?
Claro que, inmediatamente después, surge la gran duda: ¿Y si a los ocurrentes genios de otras latitudes se les da también por el discurso proconsumo antiglobalizador y nacionalista? En ese caso, no me gustaría estar en el pellejo de accionistas y asalariados de las españolísimas Iberdrola, Unión Fenosa, Pescanova o Banco de Santander, por ejemplo, gran parte de cuyos ingresos proceden del extranjero.
Y si fuese Amancio Ortega me pondría a temblar porque probablemente tendría que cerrar muchas de las 4.000 tiendas Zara abiertas entre Galicia y Tokio.
Si fuese su empleado, ni que decir tiene que me descojonaría si luego me viniese con que tengo que acceder a flexibilizar mi salario y mi despido. ¡Qué flexibilicen ellos!

También han escrito sobre lo mismo:

Enfoca-Enfócate: La solución a la crisis económica
Sebastián Urbina: ¿Será verdad?
Juego de tronos: La relativa factura de la crisis
Im-Pulso: La "solidez" del sistema bancario español
Apuntes de bolsillo: El miedo, siempre el miedo

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En el fondo, estamos viviendo lo que más teme, por definición, el sistema: una especie de anarquía económico-financiera, un sálvese quien pueda, devastador para la acostumbrada quietud de los mercados.

Sinceramente, estoy asistiendo estos días a uno de los espectáculos más divertidos de los últimos tiempos viendo a todas las fieras de la jungla devorándose entre ellas, en medio de un corro de animalillos indefensos que los contemplan con estupor.

Eifonso Lagares dijo...

Los que defienden el sistema capitalista y afirman que el sistema encuentra soluciones a sus problemas y no es necesario intervenciones ni regulaciones, son los que ahora piden paréntesis y flexibilidad.
Vamos que hablan de la feria según les vaya. ¡Qué flexibilicen ellos!
Un saludo

Im-Pulso dijo...

Tras largos años de benificios sin cuento, tienen la ocurrencia (por no emplear otro apelativo menos amable) de convocarnos a la reducción de costes laborales.
Hay actitudes que merecen mayor reprobación, con ningújn género de dudas, que ciertos delitos.
Si hay una perversión que pone en peligro la estabilidad social es la constituida por el egoísmo y la codicia.
Un abrazo, Guillermo, sabes decir verdades con una delizadeza que otros envidiamos.

Unknown dijo...

es k vamos, años chupando del bote y ahora a pedirnos a los que siempre fuimos pobres k arrimemos el hombro. JA

Guillermo Pardo dijo...

Una anarquía muy cara, Manuel, que ellos, tan enemigos de ella, no han tenido empacho en prodigar.
Coincido con Félix en que hay actitudes más graves que ciertos delitos, y sin embargo no se penan.
Gracias a todos. Un abrazo.