Ondaatje escribió: "Todo es collage, incluso la genética".
¿Cómo dudarlo? No hay nada en nosotros que no haya habido antes en otros, por muchas fronteras que hayamos cruzado durante miles de años.
En los jeroglíficos egipcios, en el Talmud judío, en el código de Hammurabi o en la mente que hizo posible el chip hay algo nuestro. También el Orlando de Ariosto, la menipea griega, la sabiduría de Averroes o los mantras de Lao Tse contienen fragmentos de los que somos herederos.
Somos mosaicos, collages perdidos en el espacio en millones de réplicas moduladas por el tiempo, del mismo modo que el viento modula las piedras.
Nada hay en nosotros que nos haga diferentes, salvo la inteligencia y el valor de aceptarlo. Un reto que muchos no superan por temor a reconocerse en el espejo de su esteparia soledad.
Imagen: Haití / Lorenzo Moscia
8 comentarios:
Hermoso y certero post Guillermo.
Los mismos retazos, combinados de infinitas maneras, pero los mismos retazos. Y solo el miedo marcando la diferencia.
Un abrzo.
me encanta ser un collage...
Me gusta la palabra mosaico. Una buena entrada.
Los ojos del niño son preciosos. Besos.
Hola vecino. Te invito a sumarte a la Blogacción por Cuba, puedes leer más aquí: http://bloggerdecuba.blogspot.com/2008/09/blogaccin-por-cuba-sos-humanitario.html
Reconocerse en un espejo es duro pero siempre siempre merece la pena. Interesante reflexión.
Bicos,
Gracias por vuestras visitas y opiniones. Saludos.
Somos el último eslabón de una cadena, pero tendemos a olvidarnos de la cadena, y pensamos que somos eslabones únicos (como también supongo que hicieron muchos de los anteriores). Un abrazo
Publicar un comentario