Un refrán senegalés dice que cobarde no es quien huye, sino quien se queda.
Quizá esa forma de entender la cobardía explique en parte el porqué de la emigración africana más allá de los retortijones estomacales y el deslumbramiento del neón europeo.
Una persona puede tener muchos motivos para dejar plantada a su sombra sobre el erial del desierto en que vino al mundo para luego jugarse la vida en la ruleta rusa de una travesía incierta. Juzgar es fácil, tomar decisiones exige un valor que no puede suponerse, sino que debe demostrarse.
El refrán se lo contó Sirifo Kouyate a Manuel Ramírez en un encuentro organizado por Público en Huelva. Un encuentro entre emigrantes en Bélgica y en España cuyas historias son como dos gotas de agua, aunque sus protagonistas no sean precisamente hermanos biológicos.
Manuel y Sirifo hablan de los efectos de la emigración en sus vidas, marcadas a fuego por el hierro candente de la incomprensión. Jamás podrán borrar semejante marca, grabada en incandescente carmesí sobre el corazón.
Fue un encuentro de dos horas. Dos horas de conocimiento mutuo. Dos horas de gran valor para quien quiera comprender.
Foto: Manuel y Sirifo durante su charla / Laura León / Público
3 comentarios:
SIempre he estado convencida de que apelar a nuestro propio pasado emigrante es una herramienta de lo más potente para generar empatía en quienes muestran actitudes xenófobas. Sin embargo, por más que apelo a ella, no veo que funcione mucho. La mente tiene una capacidad infinita de gestionar contradicciones. No sé.
Yo también creo que no funciona mucho, June, pero no hay que desistir. Es la única forma de tratar de hacer entender. Un beso.
Es una bonita imagen, la antítesis del color, la diferencia, un punto de encuentro, un término medio, comprensión, a fin de cuentas.
bicos,
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