Hay que reconocer que ante problemas concretos y bien diagnosticados, algunos políticos son capaces de apuntar soluciones originalmente estúpidas.
Por ejemplo: si un territorio tiene dificultades para preservarse debido a la expansión urbanística, lo apropiado sería prohibir la inmigración o controlar la natalidad. No es necesario extenderse en explicar las consecuencias de ambas posibilidades si se pusiesen en práctica, como tampoco lo es suponer que del mismo modo que se proponen esas se podrían haber propuesto otras, como prohibir el derecho a vivir dignamente o el sexo en el matrimonio. Sin embargo, sí es necesario precisar que el padre de semejantes originalidades es el presidente del Parlamento de Canarias, es decir, la tercera autoridad de las islas.
No he perdido el tiempo en comprobar si el señor Castro es o no emigrante, pero mucho me temo que su apellido deja bastante en entredicho su limpieza de sangre. Con ser esto llamativo, no es lo relevante, sino las tonterías que pueden decir sus señorías para tratar de echar sobre espaldas ajenas los desmanes urbanísticos propios cometidos durante años de incuria política y legal.
El señor Castro se habría ahorrado ser calificado de imbécil político aquí y ahora si durante el largo tiempo que ejerce como hombre público (sin ánimo peyorativo) hubiese luchado con honor y gallardía por impedir la especulación urbanística y territorial que desde hace décadas consiente y fomenta su Coalición Canaria en sus "queridas" islas.
Foto: José Luis González / La Opinión de Tenerife
2 comentarios:
Bien dicho. Yo, como inglessa previamente afincada en Tenerife durante 16 años, he dado a Castro mi Premio (Des)honor de Año Nuevo.
Gracias, Pamela. Espero que el señor Castro te haya agradecido el premio también. Gracias por tu comentario. Un saludo.
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