lunes, 16 de marzo de 2009

Prensa y televisión, ¿nocivas para la salud?

La entrevista que XLSemanal publica con los hermanos Fuster es para enmarcar. Todas las respuestas tienen provecho, son lecciones vitales impartidas desde la reflexión sedimentada en la sabiduría que atesora la experiencia.
Algunas de las cosas que dicen son de puro sentido común e incluso nos parecen familiares, mientras que otras llaman poderosamente la atención por venir de quien vienen.
Es el caso de la respuesta a la quinta pregunta de esta página. Afirman estos sabios señores, cardiólogo uno y neurocirujano otro, que leer demasiada prensa y ver demasiada televisión es nocivo para la salud. Lo argumentan, en primer lugar, recurriendo a la cuestionable praxis periodística de que ambas "venden malas noticias y se callan las buenas", tras lo cual plantean una exigencia personal, pero también colectiva: "Queremos información fiable y opinión equilibrada".
Semejante afirmación presupone que ni la televisión ni la prensa ofrecen, en general, una y otra, lo que es grave por doble motivo. Primero, porque tal crítica parte de la élite intelectual, que, al cuestionar el uso que profesionales y empresas hacen de un oficio cuya esencia radica, precisamente, en lo que se critica, rechazan el producto resultante de esa práctica. Segundo, y en consecuencia, prensa y televisión así concebidas pierden su condición de "medios de comunicación social" para mostrarse como "medios de comunicación de masas", con lo que esto conlleva de acriticismo, alienamiento, etc. etc., y pérdida de valor del producto periodístico. Si las élites lo repudian, ¿para qué lo hacemos y por qué?, ¿quién lo compra y por qué?
Lo peor es que hay empresarios y periodistas que no creen que esta clase de críticas -por muchos consideradas atentatorias contra el futuro de la profesión- tenga realmente que ver con esta forma de entender el oficio -evidentemente más centrado en ejercer el poder que en contrarrestar los abusos de poder, otra de sus esencias fundacionales-, sino con las dichosas causas exógenas que todo lo explican, desde la dramática caída de ventas al más insólito márquetin, que convierte a los medios en competidores de los grandes almacenes.
Si las causas del fracaso se considerasen endógenas, algunos medios no habrían suprimido órganos tan periodísticamente saludables y democráticos como los comités de redacción o la figura del defensor del lector. Algunos los han suprimido, cierto, pero quizá sea peor todavía para la profesión que muchos otros ni siquiera los hayan puesto en práctica.
Es posible que, como afirman los eminentes señores Fuster, prensa y televisión sean nocivos para la salud, pero de lo que no cabe duda es de que no hay peor enfermo que el que no es capaz de aceptar el diagnóstico.

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Vídeomúsica para hoy: La exquisita voz de Dee Dee Bridgewater a dúo con Mike Hucknall, en una versión del You've got a friend, de Carole King.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Puede que tengan razón, pero ambos olvidan que si los medios de comunicación se callaran las malas noticias y sólo dieran las buenas los medios serían irresponsables y las consecuencias serían igual de nocivas para la salud.
Salud, valga la redundancia.

Josito dijo...

¿Hay enfermedad o hay enfermos?

Yo creo que hay enfermos. Si vemos la televisión, hay que hacerlo con una mirada crítica: ni nos podemos creer todo lo que dicen, ni abominar de todo lo que ponen. En el justo medio está la virtud, que decían los clásicos.

matrioska_verde dijo...

es que el morbo venden y las buenas noticias no tienen tanto morbo como las malas...

estupenda elección de la música.

bicos,

Guillermo Pardo dijo...

Santi: Yo creo que hay que verlo desde el punto de vista de la ponderación, que no es precisamente lo que se vende en las portadas de los periódicos desde hace decenios.

Josito: Para que haya enfermos tiene que haber algo que los enferme. Es la causa lo que produce el efecto, no al revés.

Aldabra: Puede que también haya intención morbosa en quienes eligen las noticias y las informaciones, pero también creo que se reflexiona poco sobre el modo en que se deben contar las cosas. Ahí puede estar el quid.

Gracias a todos. Abrazo colectivo.