Las polémicas sobre el uso del velo en los colegios van y vienen como el viento, normalmente en contra de quien lo lleva puesto.
El último caso conocido es el de Najwa Malha, un niña musulmana nacionalizada española y estudiante en un colegio madrileño que, apartada del resto de sus compañeros, está pagando el pato de unos acontecimientos sociales que avanzan mucho más rápido de lo que podemos asimilar.
La culpa no la tiene ella, sino los dogmas que emponzoñan la religión, sea del signo que sea. Si los ritos religiosos se guardasen en casa, no habría problema, y si la intolerancia se dejase para los partidos del domingo, tampoco.
En general, no se comprende dónde reside el daño moral (¿será visual, tal vez?) de cubrirse la cabeza con un pañuelo, una visera o una gorra militar, que, en el fondo, no son más que distintivos de un modo de entender la vida, de ganársela o de rascársela. Otra cosa son las normas de convivencia colectiva, que todos, velados o no, debemos acatar. Y en ese ámbito -en este caso el colegio- deberían dirimirse las controversias, a falta de una normativa general de obligado cumplimento, como la declaración de la renta, por poner un ejemplo.
Hay "velos" que pueden resultar física y moralmente más dañinos que los que cubren las cabezas de las mujeres que los utilizan voluntariamente -recalco, voluntariamente- cuando salen a la calle, acuden a misa o a la mezquita. Por ejemplo, las procesiones de Semana Santa y el circo público, social y mediático que las acoge, las honras fúnebres visual y gráficamente tratadas, las "misiones humanitarias" en territorios extranjeros bendecidas con toda clase de honores y olores... Todos esos "velos" no levantan las oleadas de fingida indignación e hipocresía que atiza el de Najwa Malha, mucho más inocente e inofensivo. Mis abuelas también se cubrían la cabeza con pañuelos y no por eso sufrieron discriminación.
No hay velo más pesado que el nos vela el coco, el simbólico, que es aquel sobre el que cada uno interpreta lo que quiere ver.
En las escuelas deberíamos enseñar a los niños a emplear sus energías en hacer acopio de conocimiento y, de paso, recuperar para ellos enseñanzas más centradas en la reflexión y el decoro personal que en la censura y el expediente académico.
Ya lo dijo san Agustín: "Desnudaos del hombre viejo".
Lástima que nos falle tanto la memoria.
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2 comentarios:
Este caso me preocupa por lo que tiene de fondo más que el caso concreto.. he intentado explicarlo aquí.
http://yass1984.blogspot.com/2010/04/llamalo-x-pero-no-laicidad.html
Un saludo
No hay velo más pesado que el que nos vela el coco.
Completamente de acuerdo.
No sólo falla la memoria, nos sobra dosis de censura y de empanada mental. Mucha.
K,
Marta
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