Marta Navarro cuenta en Entre nómadas su más reciente experiencia como encuestada, una experiencia que, dicho sea de paso, parece que a ella le ha dejado un poso de amargura por lo que el resultado de la relación con la encuestadora tiene de excluyente.
Lo mejor de las encuestas son las preguntas que no se hacen, porque las que se hacen han sido pensadas para buscar una respuesta determinada y arrimar el ascua a la sardina del que paga. En esos términos, yo, como Marta, también siento que no sirvo para ese clase de encuestas, como tampoco creo que sirvan quienes tienen el sentido común como denominador de sus vidas.
Crear opinión, estados de opinión y, sobre todo, estados de ánimo según la opinión dirigida hacia un objetivo determinado es habitual en estos tiempos en que el valor se mide en moneda, en poder, en ránkings cuyo único objetivo es vender más, gobernar más, engañar más, adverbio que ha convertido en proscrito a "mejor", su deseable primo.
Y nada mejor que evitar dudas como las que se plantea Marta que negarse a participar en esa clase de encuestas. Una forma íntima de rebeldía.
4 comentarios:
Ay, Guillermo, traspuesta estoy desde que escuché eso de "no me sirve para la encuesta".
Soy estadísticamente pobre o underground como dice una compa de curro. O una marciana flotando en la taza del café.
Kisses,
Marta
Nunca me han hecho una escuesta política.
A mí jamás me han hecho una encuesta de las que salen publicadas. Y, también, siempre me he preguntado sobre los medidores de audiencia televisiva y radiofónica-
No me gusta contestar a las encuestas, dicho sea de antemano, pero siempre acabo pensando en la persona a quien le pagan por hacerla y tal vez tenga comisión por ello. Y claro, acabo cayendo.
Bicos,
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