No sabría qué decirle a alguien que me mirase así y en esa situación. No sabría.
Supongo que me quedaría mudo y pensaría que los océanos son salados a causa de los millones de lágrimas vertidas por los valientes que, como él, ignoran que empiezas a ser puteado nada más poner el pie en el estribo de la vida.
Puede que fuese capaz de mirarle para tratar de encontrar en la vidriosa humedad de sus ojos la respuesta a esa pregunta que, quizá por cobardía, no me atrevería a hacer.
Creo que ni siquiera me sentiría con valor para soportar su sollozo infantil sin derrumbarme ante la firmeza de su determinación, la misma que le llevó a embarcarse, sin rumbo ni objetivo fijo, en el regazo de la muerte.
Me temblarían las piernas como a él le tiemblan los labios. A él, a causa del sufrimiento; a mí, por miedo a verme como él. Por eso no sabría qué decirle.
[Imagen tomada de Inmigración una Oportunidad]
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