A la directiva europea de retorno le queda muy poco para obtener rango legal en el territorio comunitario tras el visto bueno dado ayer por los ministros del Interior. La Eurocámara le concederá ese rango el próximo día 18, salvo milagro que lo impida.
La concesión de ayuda legal a los detenidos, con ser importante y, además, onerosa, no deja de ser un malabarismo más cara a la galería del circo que han montado sus señorías con una propuesta legislativa que socava los más elementales principios humanitarios. Legislar, ordenar, regular es necesario, pero no a costa de mancillar la dignidad de las personas.
Criminalizar y encerrar a alguien indocumentado por poner el pie en un país que no es el suyo me parece indigno de una Europa que pretende incluir una declaración de derechos y libertades en su Constitución, como indigno es que un país llamado democrático y moderno se dote de instrumentos de represión legal para arreglar un asunto que precisa de justicia social antes que de código penal.
Es francamente indigno que la Europa que impide a Turquía entrar en la Unión por no respetar los derechos humanos, se los pase ahora por el Coliseo romano para festín de los facinerosos, neofascistas y neoliberales ansiosos de nuevos órdenes mundiales asentados en la imposición de la fuerza. Hitler hizo lo mismo, como bien recuerda el juez Ventura Pérez Mariño, quien añade que impedir a un inmigrante que entre en un país no implica que al que viene en cayuco se lo hundamos en alta mar y al que llega en coche se le puedan pinchar las ruedas y despeñarlo. Sería como derribar los aviones en los que llegan a España el 90% de ellos.
Pienso, como el politólogo Barreiro Rivas, que vivimos inmersos en una estrategia orientada a fomentar el victimismo en los países opulentos para que los populistas obtengan réditos electorales valiéndose de campañas infames atentatorias contra la dignidad de las personas al limitar sus derechos humanos y meter en el mismo saco las crisis de Alemania, España, Italia, Francia, Senegal, Rumanía, Bolivia, Mali o Costa de Marfil. Como él dice, eso es, sencillamente, un insulto, y añado: también es indigno.
Ningún honrado ciudadano del mundo deja atrás a sus hijos, a su familia y a su tierra para fregar platos en los sobrados restaurantes europeos. A esos estamos moralmente obligados a ayudarles. Para encerrar a los otros, a los delincuentes, inmigrantes o no, con documentos o sin ellos, pagamos a las policías organizadas por los gobiernos con nuestro dinero.
Y ya que hablamos de dinero, y aunque no venga a cuento con el tema, si bien sí a colación de delincuencia bien organizada, acabo de darme de baja de un banco que me cobró ¡45 euriños! por renovarme la tarjeta de crédito. No recuperaré ese dinero, entre otras cosas porque no existe ninguna directiva comunitaria de retorno de pasta tan elegante y amparadamente birlada.
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8 comentarios:
Es triste, pero tan cierto, y una verdad a la vez que asusta y da verguenza. Besitos.
Es la misma mierda de siempre, la Europa recelosa y esquizofrénica que se llena la boca con las palabras grandilocuentes es la misma de la Francia de Sarkozy, la Italia de Berlusconi o la España de Zapatero y sus 3metros de altura de la valla.
Coincido con ambos,y espero que el asunto no se nos valla de las manos y volvamos a la caza de brujas.
Saludos y gracias por participar.
Si... absolutamente de acuerdo.
Creo que para que no se nos vaya de las manos es preciso estar muy atentos. Vienen tiempos complicados y yo, en vísperas del nacimiento de mi segundo hijo, no hago más que decirme que él vivirá la sociedad que nosotros construyamos.
Confío en que nuestra época no sea recordada por la indignidad.
Un abrzo.
Pues yo creo que lo de tus "45 euriños" sí que viene bien a cuento del tema. Es más, creo que ése es justamente el meollo: que atacamos al débil y lo pisoteamos, mientras dejamos que el poderoso nos pisotee impunemente, porque roba de manera legaly "con papeles"...
Muy de acuerdo con el último párrafo. Parece que se pretenden poner al mismo nivel las necesidades básicas de miles de millones de personas con la merma del nivel de vida del mundo occidental al subir el coste de energías y alimentos. No es comparable. La solidaridad y la cooperación han de ser más fuertes que nunca en estas circunstancias. Porque nosotros pagaremos más por vivir pero no nos faltará educación, sanidad y alimentación equilibrada.
Las políticas de los países ricos es para mantener las diferencias o aumentarlas, incluso.
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