Uno de los aspectos más duros, y a la vez reconfortantes, del oficio de escribir es la recuperación de la memoria histórica. Duros porque hay que zambullirse en el dolor y en el horror para extraer las causas, reconfortantes por lo que hay de justicia en el reconocimiento del sufrimiento y la generosa entrega a una causa colectiva.
El escritor francés Marc Levy hizo ese doble ejercicio para escribir su último libro, Los hijos de la libertad, en un momento en que la Europa liberada por esos hijos endurece las condiciones de admisión de muchos de sus descendientes, sin cuyo sacrificio probablemente esa Europa no sería hoy lo que es.
Levy cuenta la historia real, transmitida por su padre, de un grupo de olvidados adolescentes integrantes de la 35 Brigada de la Resistencia contra el nazismo, nombre adoptado en recuerdo y homenaje de la 35 Legión Republicana española que combatió durante la Guerra Civil del 36.
"Si Francia es hoy libre -señala el autor- es porque rumanos, polacos, húngaros y españoles, que no tenían ni 20 años, murieron para defenderla. Encontré que había llegado el momento de relatar la historia de estos hijos de la libertad, un relato que incluye valores de tolerancia y humanidad". Otro tanto podría decirse de los norteamericanos, eslovenos, checos, australianos, armenios, argentinos, chilenos, portugueses, rusos o finlandeses que lucharon en las brigadas internacionales de apoyo a la República española.
Las normativas emanadas últimamente de las factorías legislativas europeas no parece que tengan en cuenta, sin embargo, tales valores. Ni mucho menos un reconocimiento a los hijos de aquellos olvidados libertadores.
7 comentarios:
Creo que tienes que habilitar la moderación de comentarios, Guillermo!! Bueno, a lo que iba. La memoria es corta, y la de nuestros políticos casi inexistente. Un abrazo
Tienes razón, Luis, en ambas cosas. Sin embargo, obligar a los usuarios a escribir una palabra a veces indescifrable para aceptar su comentario me parece un atentado a su paciencia, de modo que seguiré eliminando manualmente los spam que periódicamente se cuelen... hasta que ya no quede otro remedio. Saludos.
En un viaje por Europa del Este conocí a una chica cuyo abuelo había luchado en las BBII. Era lituano. Ella sabía más que yo al respecto. Me dio vergüenza.
Ya había oído hablar del libro, tomo nota y me hago con él.
Acabo de terminar "Decidme cómo es un árbol" de Marcos Ana y me ha entrado una vergüenza tremenda después de leerlo. Cuanto más lees más cuenta te das de que no sabes nada, pero nada de nada.
Al menos esto es lo que a mí me ocurre
Un beso,
M
Por eso que decís ambos es mejor ver, escuchar y aprender que hablar, que no es lo mismo que incomunicarse. Y desde luego, viajar. Mucho.
Saludos y gracias por vuestras visitas y comentarios.
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