miércoles, 4 de febrero de 2009

Cárceles que no deberían serlo


Algo siniestro debe estar ocurriendo en los centros de internamiento para menores y para inmigrantes que no se permite acceder a ellos para comprobar las condiciones de estancia de los internos.
Distintas organizaciones humanitarias españolas llevan tiempo denunciando las deplorables condiciones en que se mantienen a los inmigrantes irregulares en las instalaciones habilitadas para su estancia temporal. Algunas de ellas, agrupadas en Migreurop, acaban de denunciar públicamente que se les ha impedido el paso al centro de internamiento de Inmigrantes de Madrid, en Aluche, pese a tener autorización oficial. Al parecer, el comisario al frente del establecimiento se pasó por el forro el permiso firmado por el secretario de Estado para la Seguridad y los mandó con viento fresco.
¿Qué tendrán que ocultar esas instituciones financiadas con fondos públicos para no permitir que se les fiscalice el trabajo? ¿Es verdad que entre sus paredes se cometen toda clase de abusos y delitos? ¿Por qué se otorga tratamiento de cárcel (en el sentido lato de la palabra) a lo que no debería serlo?
Si reina el oscurantismo en los lugares de internamiento de inmigrantes, no es más clara la sospecha que se cierne en torno a los llamados centros de protección de menores, en algunos de los cuales parece que no sólo no se protege a los menores, sino que se les castiga duramente, se les droga, se les maltrata y se les humilla. Tenemos, pues, otro ejemplo de cárcel que no debería serlo.
La vida y la calle son ya en sí mismas lo suficientemente duras y en ocasiones extremas como para que el Estado permita delitos y violaciones de derechos en sus instalaciones. Creíamos que los tiempos de las checas habían quedado superados. ¿O no?

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