En una reciente visita al País Vasco tuve una de las sensaciones más inquietantes que recuerdo.
A medida que iba leyendo indicadores de población (Rentería, Oiartzun, Pasaia, Hondarribia, Donostia, Gasteiz...) no experimentaba la satisfacción de volver a lugares que en otro momento dejaron gratos recuerdos, ni la emoción contenida por descubrir nuevos horizontes urbanísticos, paisajísticos y humanos, ni siquiera el agradable cosquilleo que produce la incertidumbre con respecto a algo cuya esencia se percibe solo a través de sentidos como el olfato.
No, nada de eso deseable ocurrió. La simple lectura de cada uno de esos nombres me traía, inevitablemente, imágenes de muerte, de explosiones, de amenazas, de llanto y de dolor, de odios y venganzas, de intolerancia, de violencia vana y fraticida... Cada nombre, cada lugar, cada pueblo llevaba implícita una evocación criminal nunca sentida en ninguno de los lugares en que hasta entonces había estado. La desazón, el sobrecogimiento, el temor y la duda permanecieron conmigo en aquellos lugares tristes.
Entonces, como ahora, pensaba que triste es también el pueblo que pasa a la Historia por la negritud de su esencia.
3 comentarios:
Aunque comprendo tus sensaciones, te animo a que cuando la visites otra vez, intentes liberarte de prejuicios y acercarte con la mente liberada de resonancias trágicas. Sólo así podrás disfrutar de la cantidad de cosas bellas y gentes buenas que tiene Euskadi. Estuve el verano pasado en Portugalete: el puente colgante de hierro, me causó tanta emoción como cuando vi la torre Eiffel.
salud, colega.
He estado más veces en el País Vasco y nunca me había pasado. Incluso he vivido allí y tampoco lo he sentido, pero recordaré siempre la desazón que sentí la última vez que fui de visita, hace un mes. Saludos.
les toca una parte muy ingrata porque, como siempre, por culpa de unos cuantos, se mete a todos en el mismo saco y no es justo.
biquiños,
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