Estoy convencido de que cada vez nos queremos menos y de que cada vez estamos un poco más tocados, participio que tanto vale para el loquito -no se está del todo loco, pero tampoco cuerdo del todo- como para el escéptico, el pasota o el que está a "velas vir", expresión gallega de imposible traducción.
No nos queremos porque hasta hace poco nos decían que nos iban prejubilar y ahora nos dicen que nos van a retrasar la jubilación, cuando en buena lógica deberían preguntarnos si queremos y, en caso afirmativo, cuándo queremos hacer una cosa u otra.
No nos queremos porque tendemos a aceptar cualquier excusa para acatar la idea de que prescindir de la capacidad del hombre para trabajar y desarrollarse es buena para el sistema, que es lo más contrario a la esencia creativa humana que se ha dado el hombre para gobernarse. Por eso, inteligentemente, el mundo no se ha regido nunca, todavía, por un único sistema.
Para colmo, no nos queremos porque azuzamos sobre lo que supuestamente nos diferencia, como si, en el fondo, no fuésemos el mejor producto cultural de lo que secularmente hemos recibido en herencia y personalmente hemos aprendido.
Sí, cada vez estaremos un poco más tocados, más locos y más solos porque cada vez somos más incapaces de aceptarnos, y de soportarnos, como somos.
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