El mundo ha dado imitadores geniales, creadores que han demostrado y demuestran una sorprendente capacidad de mímesis para transfigurarse en lo que no son, superar los patrones en los que que se basa su arte e incluso hacernos creer que la ficción bien puede superar la realidad.
Imitadores geniales fueron los antiguos griegos y latinos, que encontraban en la Naturaleza la savia de su vena artística. De acuerdo con el código aristotélico, y también con el precepto horaciano que recomendaba al poeta la imitatio de los mejores modelos literarios, imitadores geniales fueron Garcilaso, Cervantes, Góngora, Quevedo, Teresa de Jesús o Lope de Vega.
Los tiempos han cambiado, pero el hombre sigue buscando la perfección mediante el arte de la imitación, que en algunos casos, no exentos de genialidad, roza la mímesis camaleónica.
Eso sólo en el caso del hombre, único animal que hace de su virtud un medio de vida. Por eso no será nunca el mejor imitador del mundo. Otros con menos presunción y caché lo superan con total naturalidad.
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