domingo, 20 de marzo de 2011

Un exceso de confianza en el ser humano

Viñeta: Medina
Hay quienes, como José Luis Sampedro, piensan que la alarma mundial derivada del desastre de la central nuclear de Fukushima es consecuencia de un exceso de confianza en el ser humano, expresión ambigua que el escritor utiliza en el sentido de que como se sabe dominador de la técnica, el hombre cree que puede hacer con ella lo que quiera.
Pues es verdad, hasta que la Naturaleza, esta vez en versión terremoto, se encarga de demostrarnos que estamos equivocados, aunque, en general por intereses muy privados, no queramos reconocerlo para seguir tropezando en la misma piedra.
Pero también podemos darle la vuelta a la expresión de Sampedro (el título de este post está extraído de esta entrevista con él) y afirmar que por un exceso de confianza en sí mismo el hombre cree que la democracia es el sistema político más recomendable, que por un exceso de confianza se deja gobernar por determinados líderes (¿Chávez, por ejemplo?), que por un exceso de confianza permite que los dictadores mantengan su estatus mientras nos sirvan bien, o que por el mismo motivo es capaz, sin embargo, de derribar sátrapas que han dejado de ser útiles.

Un exceso de confianza en las posibilidades del ser humano es lo que ha convertido al Japón en el país más pronuclear del mundo, después de Francia. Probablemente, a partir de ahora trabajará para dejar de serlo. Y lo logrará. ¿Por qué? Porque el japonés es un pueblo disciplinado que cree que en el aprendizaje y la educación están las respuestas a los errores. Por la manera con que afrontan lo que les está ocurriendo, los japoneses nos están demostrando que tenemos mucho que aprender de ellos; que, por mucho que nos pretendan hacer creer los defensores del ultracapitalismo, no hay verdades mercantiles absolutas, y que si alguna verdad hay que creerse a pies juntillas es la que nos hace crecer como personas, la que nos demuestra que con dignidad individual podemos superar la adversidad colectiva. Los japoneses no necesitaban la desgracia para darnos conmovedoras lecciones de dignidad. La vida, la Naturaleza, la Fortuna o el infortunio quizá consideren que debemos conocerlos un poco mejor.

El exceso de confianza en sus valores, en sus tradiciones y en su cultura no les ha servido, sin embargo, para evitar el desastre de Fukushima, como tampoco a los europeos nos ha servido el desprecio a lo que respetan los japoneses para evitar la catástrofe de Chernóbil. Mientras no comprendamos que la energía nuclear es un negocio mucho más costoso de lo que nos venden sus defensores y explotadores, no seremos capaces de liquidarla en beneficio de negocios y vidas más saludables. Ella nos liquidará a nosotros antes.

Confianza, desconfianza, exceso de celo o política de baja estofa y de elevada radiación es lo que parece haber movido al diputado por Solidaritat Catalana per la Independència (SI) Alfons López Tena a verter en su blog sorprendentes insinuaciones sobre Josep María Duran i Lleida (en comprensible versión original y en resumida versión traducida).
Determinadas "insinuaciones" exceden el grado de confianza que los políticos deben permitirse en el ejercicio de sus funciones, que les han sido otorgadas precisamente para que, entre otros cometidos, trasladen a los tribunales los excesos que presuntamente hayan cometido aquellos servidores públicos que se excedan en sus atribuciones.
Quizá los señores López Tena y Duran i Lleida deberían haber aplicado a su relación lo que Tenesse Williams escribió en Camino real (1953): "Debemos desconfiar el uno del otro. Es nuestra única defensa contra la traición".

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