Quizá sea solo una impresión personal producto de la psicosis con que la crisis y sus más diversos canales difusores nos abonan el subconsciente, pero desde hace tiempo percibo que se ha instalado en el ambiente una especie de virus de sobradas connotaciones estúpidas cuyo objetivo es hacernos creer que con "optimismo" y "confianza" se puede superar la adversidad y, ¡hay que echarle cara!, encontrar otro empleo.
Nos habían enseñado, y habíamos sabiamente aprendido, que con esfuerzo y responsabilidad era posible ocupar un puesto en el mercado laboral, superar dificultades para mejorar profesionalmente y sentar las bases para convertirnos en individuos útiles. Todo ideológicamente muy conservador, pero razonable. Y cuando alguien del entorno se quedaba sin trabajo nos compadecíamos, le dábamos una sentida palmadita en la espalda -un abrazo, a lo sumo- y ánimos para seguir adelante, que malo será, de todo se sale. Todo muy enrollado, pero razonable. Esto era así hasta prácticamente ayer mismo.
Hoy las cosas parecen haber cambiado sustancialmente. Ya casi ni se habla ni se escribe en esa dirección ni con ese sentido, quizá porque a la par que el trabajo los conceptos "esfuerzo" y "responsabilidad" han sido devaluados y sustituidos arteramente por términos tan abstractos e imprecisos como "optimismo" y "confianza". Todo muy volátil, como los mercados financieros.
Esto se percibe ya casi tan incuestionablemente así que las empresas, los trabajos, los préstamos, los proyectos, la salud, la familia, los hijos, los estudios, el dinero, la vivienda, los derechos y las obligaciones, el futuro, el bienestar, la felicidad o la armonía ya no se crean, se obtienen, se consiguen, se labran, se ganan o se alcanzan con esfuerzo y responsabilidad, sino con optimismo y confianza, que astutamente han convertido en estrategias personales clave para ganarse el pan de cada día.
El espejismo ha adquirido tal magnitud que lo habitual es que se nos diga que sin optimismo no se va a ninguna parte, sin confianza no es posible superarse y sin ambas cosas no se puede ni soñar con darle billete al cáncer que nos carcome. "Sonría, hombre, su hernia discal se lo agradecerá. Y no se queje, ha tenido usted suerte de quedarse sin empleo. ¡La crisis está llena de oportunidades!", vienen a decirnos quienes cortan el bacalao, convencidos como están de que se dirigen a idiotas con enormes tragaderas.
Todo muy american, y muy propicio para que sigan dándonos por allí por donde la espalda pierde su casto nombre. Con perdón.
1 comentario:
Tes razón, filliño... ¡Cuanto idiota hay suelto!
Pero ojo, que hay quienes han elegido voluntariamente ser idiotas --es más cómodo.
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