La asamblea constituyente de Equo ha difundido un decálogo de compromisos éticos que deberán respetar y cumplir los representantes de esa nueva formación política en las instituciones.
Lo que podríamos llamar las diez reglas de oro de los cargos públicos de este colectivo se centran, como no podría ser de otra manera en los tiempos que corren, en la responsabilidad, la transparencia y la lucha contra la corrupción que deben demostrar en todo momento los cargos públicos de Equo.
¿Acaso lo que propone Equo no es lo que debe hacer cualquier político? ¿Acaso las normas establecidas en este decálogo no son prácticamente idénticas a las propuestas por otros partidos? ¿Por qué debemos creer que los elegidos en las listas de Equo van a cumplirlas?
No es honesta ni políticamente de recibo caer en el error de agarrarse al tópico "todos los políticos son iguales" para descalificar a Equo, pero sus reglas de oro me parecen tan obvias e inherentes a la condición de servidor público que me saben a viejas, rancias y resabidas. Sin embargo, el demérito no es de Equo, sino de aquellos que no han sabido defender con honor ningún código ético, ni público ni privado. Por ese motivo, Equo merece un margen de confianza para que pueda demostrar que, con en otros casos, su decálogo no es papel mojado.
Esta organización política debería, sin embargo, estar muy atenta. Si el poder seduce y emite constantes cantos de sirena, el deseo de alcanzarlo puede actuar como la gasolina en el fuego y devorar un proyecto necesario en el desolado páramo en que se ha convertido la política española.
Quizá por ello y para no convertirse ya de salida en otro nido de arribistas y trepas, Equo debería asegurarse de que sus candidatos están inmaculados.
PS. Equo busca hoy avales en Santiago de Compostela para presentarse a las elecciones por la provincia de A Coruña.
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