Da igual como se llamen, a lo que se dediquen y de donde sean. Muchas multinacionales lo son porque no tienen escrúpulos.
No hay nada nuevo en las denuncias sindicales, en la divulgación de los abusos ni en las condenas por las condiciones en que las personas, esclavos en realidad, realizan su trabajo para esos monstruos con cerebros rentistas.
Como tampoco hay nada nuevo en nuestro comportamiento de consumidores compulsivos e inconscientes, los empresarios y los directivos sin escrúpulos siguen adelante, amenazan y sobornan al poder político, compran conciencias y silencios, y, tras haberse beneficiado de ayudas y subvenciones, trasladan la producción a "paraísos" sin leyes con el objetivo de pagar salarios de miseria, vendernos a precios elevadísimos productos que no necesitamos -fabricados en condiciones ultrajantes- y presumir de gestión y de espumosos balances. ¡Así cualquiera!
Lo difícil es conseguir lo mismo con procedimientos respetuosos, pero así no se llega a rico tan pronto. El poder de esa gente reside, realmente, en nuestra debilidad para dejarnos deslumbrar por lo accesorio, y accesorias son, por ejemplo, las múltiples aplicaciones de un aparato cuya función esencial es facilitar la comunicación interpersonal o las supuestas exclusividades de un calzado que, en realidad, solo sirve para caminar.
Nosotros les seguimos la corriente, les compramos a ciegas el producto de su codicia y de su explotación humana y les ayudamos a engordar felices.
Ni se nos ocurra informarnos, ni siquiera pensar. Les perjudica.
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