Larry esperando a ser recibido de nuevo en el 10 de Downing Street. lainformación.con
No corren buenos tiempos ni para los mininos. Y si no que se lo digan al bueno de Larry, el hasta hace poco gato del 10 de Downing Street, residencia del primer ministro británico.
Dice la publicación en que lo leo que en la sede del jefe del Gobierno británico había "un problemas de ratones" y que hacía falta un exterminador especializado. Y ahí entra Larry en escena, recogido de la calle para poner fin a las andanzas de los terribles roedores.
El minino se convirtió en mascota oficial de la casa, y como tal tiene su propia entrada en Wikipedia. La presencia de Larry en tan insigne vivienda no pasó inadvertida para la prensa británica ni para la del resto del mundo. Su fama y su instinto ratonero hicieron de Larry el orgullo de los Cameron, tanto que hasta el primer ministro alardeaba de que había cazado tres ratones (sí, tres) y se dejaba fotografiar con él en presencia de ilustres invitados.
Del mismo modo que no hay mal que cien años dure, tampoco hay virtud inmaculada de por vida, y en noviembre pasado Downing Street se llenó también de moscas, las que sus inquilinos llevaban detrás de las orejas debido a la sospechosa actitud de Larry, pues había dejado de cazar ratones y se daba al sesteo como el beodo a la bebida.
Su falta de rendimiento en tiempos de crisis puso al gato en el disparadero. Sin embargo, no parece que haya sido solo eso ni sus naturales dotes para el buen dormir lo que haya motivado su despido. Cameron gastó 64.000 libras del erario público para cambiar mobiliario, que Larry arañaba. "No se puede permitir", parece ser que se le oyó decir al primer ministro.
Y así fue como el incomprendido Larry dio con sus huesos de nuevo en la calle.
Quizá lo que en realidad necesite el primer ministro sea un perro que le guarde los muebles.
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