Tiene valor, y mérito, Yaye Bayam por enrolarse en la aventura de trabajar contra la emigración ilegal en su país, por enfrentarse incluso a las mafias (¿por qué estas organizaciones siempre perjudican a los mismos?) y arriesgar su propia vida sabiendo que estará amenazada de continuo.
Ella, víctima como tantas otras del deslumbramiento de sus hijos por el neón occidental, acaba de fundar Madres y Viudas contra los Cayucos, una organización que intentará evitar que su país se ahogue lentamente en el mar de la desesperanza mediante campañas de sensibilización entre los jóvenes, tentados, con todo derecho y razón, a embarcarse en una cáscara de nuez para iniciar un camino que quizá no tenga retorno.
Ella, víctima como tantas otras del deslumbramiento de sus hijos por el neón occidental, acaba de fundar Madres y Viudas contra los Cayucos, una organización que intentará evitar que su país se ahogue lentamente en el mar de la desesperanza mediante campañas de sensibilización entre los jóvenes, tentados, con todo derecho y razón, a embarcarse en una cáscara de nuez para iniciar un camino que quizá no tenga retorno.
La asociación promovida por esta valerosa mujer se financiará con la venta de zumos, cuscús y pescado... Frágil vela para tamaño bergantín, me temo. La Unión Europea, muchas de cuyas boyantes economías se han construido con las desnudas manos de esta gente, debería contribuir a hinchar tan exiguo velamen, aunque sólo sea por interés, por indisimulado egoísmo.
Europa sigue siendo un peligroso reclamo para miles de jóvenes africanos. El hijo de Yaye lo intentó y no volvió. Ojalá su espíritu se convierta en faro de la singladura de otros desesperados.
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Da que pensar...
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El año pasado murieron al menos 395 personas en aguas del Estrecho de Gibraltar, mientras trataban de llegar a Europa en pateras y cayucos.
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