sábado, 15 de septiembre de 2007

Fogonazo de látex

-¿No le dice nada mi nombre?, inquirió el recién llegado como quien pregunta a un niño si le gustan los caramelos.
El inquirido aguzó sus instintos y soltó un silbido de desaprobación por entre un par de dientes testigos de una piñata premonitoria de un futuro agujero negro.
-Nos presentó, hace tiempo, un viejo amigo durante un viaje a un lugar inolvidable, uno de esos lugares en los que la retina se te queda prendida como un beso a un sacacorchos. Usted vomitó por la borda un poema de Buckowski del que todavía extraigo raíces cuadradas como el aceite de Markota extrae el alma de los cañones, ¿recuerda?
-Creo que empiezo a hacerlo... -, respondió con suavidad el pasajero de enfrente, en cuya centelleante mirada podía vislumbrarse una soga alrededor del cuello de su interlocutor.
Tras un instante de silencio, sincopado por unas corcheas adormecidas procedentes de un acordeón ya en fuga hacia el andén, el jefe de estación anunció la salida del convoy:
-¡Pasajeros al tren! ¡El rápido de la Mediterrània a l’Atlántic se dispone a partir!
Pasado el tiempo de una canción, ambos viajeros se sintieron espoleados por una fragancia con aroma de café:
-¿Me aceptaría una taza?-, quiso saber el recién llegado.
-No le perdonaría que no me lo propusiese-, escuchó por respuesta.
Caminando al bies como quien lo haría sobre la cornisa del Empire State se dirigieron al vagón-restaurante, donde, por si las moscas, se sentaron frente a frente en una mesa poco más ancha que el canto de medio dólar y sobre la que alguien había dejado una biblia de La Iglesia de Yassucristo García.
-Sé lo que hizo en la quinta planta de la Casa das Letras, aunque no haya dejado su huella digital-, espetó de pronto el otro pasajero mostrando una arrugada primera plana de un Tíscar Express tiznado de sensacionalismo: “Hampón, baleado en su guarida, deja mujer desesperada”.
La frente de su interlocutor se arrugó como una caricia sobre una plancha de freír, al tiempo que su rostro se estremeció cual garganta bañada en absenta. “Mira que te lo tengo dicho: no hables con extraños”, pensó que le diría su madre si fuese testigo de la escena.
Aún no se había repuesto de la sorpresa cuando sus oídos recibieron una nueva descarga, que retumbó en su cerebro cual colisión interplanetaria:
-Quiero que asesine a mi mujer.
Ahora su boca, desencajada, ahogó unos puntos suspensivos preludio de lo que se avecinaba:
-Tengo un proyecto que no puede fallare, se lo prometo -, oyó del otro lado de la mesa, sobre cuyo mantel sus dos brazos, enfundados en mangas verdes, se hacían el amor entre nómadas arábigamente estampados. Ni las bien moldeadas piernas que en aquel momento reclamaban placer mientras atravesaban el vagón pudieron romper el estruendoso silencio que sobrevino a aquel breve monólogo, matizado instantes más tarde por una pregunta capciosa:
-¿Qué hay de beneficio?
La respuesta no se hizo esperar, pues como por ensalmo aparecieron sobre la mesa cinco de los grandes y una preciosa Minoic 45 de cuerpo plateado y cachas nacaradas. No fueron necesarias las palabras, pues el uno interpretó afirmativamente la sonrisa de vuelta y media del otro.
Dos noches después, las calles del Barrio de los Rosales olían a funeral. El tipo le había explicado detalladamente su plan sirviéndose de una agenda ad hoc, de modo que, regurgitándolo con solemnidad episcopal, esperó pacientemente, oculto tras las sombras de un callejón, a que la luz del dormitorio se echase a dormir. Era pan comido.
Cuando creyó que la bombilla se había ya congelado, tomó impulso y echó a andar en dirección a la casa conteniendo el aliento como un colegial en su primera cita amatoria. Se detuvo un instante bajo un luminoso apagado a escuchar la noche, pero sólo oyó el latido de sus pensamientos. Tranquilo, sujetó con firmeza el picaporte y lo giró. Como se había acordado, la puerta se abrió sin rechistar y su sombra se vislumbró, a contraluz, bajo el umbral. No hubo tiempo para más.
Frente a él surgió, de repente, una tensa figura enfundada en látex azabachado, de cuyo contundente pecho partió, velocísimo, un fogonazo que, tras rasgar la noche como un lamento, dibujó sobre la frente del intruso un perfecto orificio de gran calibre.
Tras recoger el casquillo y liberar el ambiente del orgiástico olor a pólvora con un firme vaivén manual, el asesino depositó su firma entre los labios del sicario al tiempo que musitaba un vengativo pareado: “Viudas de hampones no perdonan huevones”.

Homenaje bajo los efectos del optalidón

El cielo puede esperar

15 comentarios:

Viguetana dijo...

GENIAL, Migra, GENIAL.
:)

Petons

June Fernández dijo...

Qué bueno, como siempre. ¿O sea que lo de invitarme es broma? Yo que estaba dispuesta a acercarme a Coruña... Tengo casa en Boiro. Galicia queda algo a desmano pero sería ideal para un encuentro de blogueros y blogueras. Besos y enhorabuena una vez más.

entrenomadas dijo...

La frente de su interlocutor se arrugó como una caricia sobre una plancha de freír.
Qué bueno!!!
Oye, si haces un curso de guiones on-line me apuntas, ¿vale?

June, nosotr@s en Zaragoza hacemos un bloggellón cada dos o tres meses. Esta semana hay charlas con fiesta y cena. Es de lo más variopinto el evento, por un lado los blogs técnicos, por otros los sociales y luego los culturales, y los inclasificables. Suelen estar muy bien.
Migra, raro se me hace que no hagáis esto por ahí.

Magnifico post!
Genial!

Anónimo dijo...

De lo mejor que nunca he visto por la blogosfera e incluso fuera de ella. Magnífica idea. Puro genio. Mi más sincera enhorabuena

un abrazo desde mi planeta

Rancilio dijo...

Con este tipo de posts vas a crear escuela. Ya lo verás.

Muy bueno.

Anónimo dijo...

Mucho talento es lo que hay ;)

Un saludo.

JLuis dijo...

Talento y escuela, sin duda. Estás creando un nuevo género figura!!.

Un abrzo.

Desesperada dijo...

eres un maquinorro, je je je

Makiavelo dijo...

Hola Migra, coincido plenamente con el resto de contertulios, muy bueno y brillante, tan genial como siempre, y como dice Rancilio vas a crear escuela.

Es toda una tentación seguir el estilo.

Un saludo

Eifonso Lagares dijo...

Genial como siempre. "Post estilo Migra".

Un abrazo

Anónimo dijo...

(APLAUSOS)

M. dijo...

El pareado final, a la altura del texto. Creo haber leído alguna que otra entrega. Va a ser cosa de ponerse con una novela (¡un nuevo género!), o qué.

M. dijo...

Leído ahora, no queda muy claro.

Que me encantó, eh? Mucho.

entrenomadas dijo...

Oye, aquí mi amiga que es de México está tronchada de risa con la última parte.
Pues eso.
Por cierto, hoy tenemos a un gallego muy querido en el post.

kisses,

Guillermo Pardo dijo...

Tras unos días de descanso, perdido en un océano de sensaciones, retomo el diálogo para agradeceros vuestro apoyo y generosidad. Me divierte escribir lo que escribo y cómo lo escribo. Ese es mi único deseo y mi única pretensión. Me halaga y satisface que lo disfrutéis. Saludos y abrazos.