¿Un enorme y desolado asilo?

Algunas personas ven el futuro negro, otras lo vemos diverso.
Por ejemplo, si nos dejamos llevar por lo que se dice en el informe Evolución de la Familia en Europa 2007, del Instituto de Política Familiar, a mediados de siglo no quedará ni el Tato, que diría Rajoy, para mantener el núcleo familiar, ocuparse de los hijos, asegurar la descendencia, hacer país a la manera familiarmente tradicional o para cuidarnos cuando seamos viejos y no lleguen los dineros para pagar las pensiones. Así visto, el futuro es negro.
Pero si nos presentan el informe como dogma de fe y nos asustan con frases tan contundentes como “no hay síntoma más alarmante para los demógrafos”, “no sabemos si en el futuro se romperá el país...” o “la fatal combinación de tres factores (la esperanza de vida, el envejecimiento de la población y la desestructuración de la familia –de cada dos uniones se producen 1,4 separaciones-) convertirá a España en un asilo, un enorme y desolado asilo”, el futuro puede verse muy negro, ciertamente.
Yo, repito, lo veo diverso.
La familia entendida como papá, mamá y sus 400 hijos nunca ha sido el único y exclusivo atlante del mundo, sino un eslabón más en la cadena de la supervivencia humana que en función de determinados intereses ha tenido más apoyos que otras formas de relación personal.
Si la humanidad hubiese dependido única y exclusivamente de la familia para crecer, desarrollarse y evolucionar hace tiempo que dejaríamos de ver negro el futuro. Simplemente, ya no lo habría.