lunes, 4 de mayo de 2009

Desde Marte con ingenuidad

Cuando los partidos políticos se meten en campaña, uno llega a pensar que vive en Marte.
Esa debe ser razón de peso para que uno se plantee preguntas que no debería, porque su solo cuestionamiento parece más propio de asombrados marcianos que de terrícolas confiados.
La campaña electoral para las europeas no debería ser igual que las demás, entre otros motivos porque es en las instituciones europeas en donde se ventilan al menos la mitad de las leyes nacionales, al fin y a la postre transposiciones de las normativas comunitarias. Sin embargo, los partidos se empeñan en hacernos creer lo contrario y se toman estas elecciones como la maría de todas las demás.
Para empezar, desde hace meses sólo se oye hablar de candidaturas y de cabezas de listas, pero no de programas. Y es aquí donde surge la primera pregunta ingenua: ¿por qué no nos presentan primero el programa y luego las candidaturas?
Oyendo hablar a algunos políticos no se puede evitar la sensación de que los marcianos somos nosotros. Hablan de futuro, de lo que hay que hacer, de lo que no hace el rival o de lo mal que lo hace, como si lo ruin de la situación actual no tuviese nada que ver con ellos. Todos dicen tener la fórmula para salir del infierno, todos saben cómo frenar la deriva, etc. etc., pero nunca jamás aportan soluciones que avalen su verborrea. Es como el tesoro del pirata: nunca se sabe dónde está.
Segunda pregunta ingenua: ¿por qué, entonces, han permitido que las cosas hayan llegado, lleguen y vayan a superar lo que estamos padeciendo?
Tercera pregunta ingenua: ¿cómo entender el privilegiado puesto de Mayor Oreja al frente de la candidatura del PP? ¿Representa él el futuro o quieren darnos a entender que en la ranciedad del pasado se vive mejor?
Claro que si salimos del planeta España las cosas, en algunos ámbitos estelares, no pintan mejor. El caso más paradigmático lo tenemos en Italia, donde un señor aferrado a la botella llamado Berlusconi nos propone, con admirable naturalidad, que el futuro de Europa lo ventilen artistas con notables argumentos naturales.
Puede que tenga razón. Quizá las estrellas de la pantalla llevarían la borrachera con más dignidad.

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