
Era ayer prácticamente cuando nos recibían con los brazos abiertos en los bancos, donde hoy, sin embargo, a poco que uno se descuide, lo echan con cajas destempladas. Sorprendentemente, los créditos ya no se piden, se ruegan.
Hace unos años los cobraban caros, al 20% o así, pero los concedían y era posible hacer planes con ese dinero prestado con usura. Pero hubo incluso, en ese sentido, momentos mejores, como cuando a mediados del siglo pasado los bancos concedían créditos sin más requisito que la supuesta bonhomía del solicitante. Una persona llegaba a la sucursal, pedía una cantidad, el empleado lo miraba a la cara y, en función del aspecto y de si le infundía confianza, se lo concedía o no. Les llamaban "créditos faciales". Lo cuenta Luis Carandell en sus segundas memorias, Mis picas en Flandes.
Lo curioso es que, según él, el sistema funcionaba y contribuía al sostenimiento de la economía real. A lo que se contribuye actualmente, sin embargo, a es mantener la economía irreal, que no tiene fondo ni límites. Ni se le imponen.
Creo que todos añoramos los tiempos en que la confianza era un valor socialmente cotizable.
5 comentarios:
Creo que la confianza en las personas sigue existiendo, lo que ocurre es que ahora es más difícil construir ese lazo.
Moi boa a viñeta jajaja. E do que dis dos bancos totalmente dacordo Guillermo. Habería que darlle a comer da mesma menciña ós da banca...
Un saúdo, amigo
Carpe Diem
P.D.: Déixote unha observación sobre o artigo de Les Luhiers enviado a A Lareira Máxica por UN COLABORADOR. Por certo, son unha delicia esta xente!!!
Quería dicir: "déixoche unha observación" e non "déixote". Foi un lapsus.
Santi: Claro que sigue existiendo confianza, afortunadamente, pero creo que podemos coincidir que la gradación ha variado mucho desde los años que recuerda Carandell.
Julio: Moito me temo que esa menciña íaos a deixar como están.
Saludos. Gracias por vuestros comentarios.
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