Un amigo que preside un jurado literario me comentaba el otro día lo mucho que hay que trabajar antes de llegar a emitir un fallo. Para ilustrarlo, contaba curiosidades del proceder de algunos escritores o aspirantes a serlo.
Recuerdo el caso concreto de uno al que, tras ser premiado, hubo que devolverle el texto para que lo corrigiese. ¿Tan sembrado estaba?, pregunté. ¡Ni te lo imaginas!, añadió él. Quise saber entonces qué es lo que se valora en un premio literario. La historia, importa la historia, me dijo. ¿Y qué pasa con la forma, con cómo se cuenta? Nada, lo que cuenta es vender historias. Había tanta tristeza y vergüenza en su mirada como en su respuesta.
Francamente, yo habría descalificado al tipo -que además le dijo a mi amigo que para corregir ya están los editores- y tirado a la papelera su "historia", por original y atractiva que fuese.
A los escritores ya no se les exige que escriban bien, sino que escriban. Me parece un grave error. A un presunto escritor no habría que perdonarle ni faltas ni erratas, anacolutos ni pifias sintácticas, como tampoco barbaridades morfológicas ni torpezas semánticas. Un escritor no sólo tiene que dominar la lengua, sino saber tratarla y, sobre todo, mimarla.
Las faltas de ortografía, la incoherencia o la incorrección textuales son motivos suficientes para descalificar a cualquiera, máxime si aspira a ocupar un lugar en la selecta nómina de autores que han dado vigor a las letras. El escritor debe dar prioridad a la forma y ser muy cuidadoso con el texto, porque es lo que le permite distinguirse de los demás, lo que le da estilo. Sin estilo, no hay personalidad literaria.
Mucho me temo, sin embargo, que el ruido y la prisa por llegar pronto y por estar en el meollo no hacen si no permitir que la desidia corrompa lo que debería ser sello de identidad. Porque sólo el ruido que nos impide concentrarnos, la prisa que nos desorienta y la desidia que nos sume en la indolencia pueden explicar textos tan incomprensibles y decepcionantes como este.
El buen escritor no debería ser víctima de la desidia del mal editor.
2 comentarios:
Por lo menos hay que desterrar la palabra "historias" ("stories"), un anglicismo absolutamente innecesario.
Me permito enlazar desde CDL a este post por su interés para los aficionados a comprar sólo libros premiados, que los hay y son más de lo que parece.
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