viernes, 2 de julio de 2010

Se lo garantizo, señora

Garimpeiros en la mina de oro de Serra Pelada (Brasil)
Sebastiao Salgado


A algunos niños de papá nos les basta con haber nacido entre algodones, deambular por los más costosos colegios y universidades, pilotar Lamborghinis, ponerse hasta las cejas con la coca más pura o transportar la pasta del viejo hasta las Caimán mientras prueban el velamen del nuevo cuatro palos. Esa, colegas, es vida de y para aburridos.
Por eso algunos necesitan más. Y cuando la Guardia Civil acude a sus chozas para decirles a sus papis lo mal que se ha portado el niño, ellos no se lo creen. ¿Mi Josemari un ladrón? Y es que hay que ver qué graciosos son los picoletos, todo el día por ahí partiéndose el excretador de desechos orgánicos mientras asustan a las mamás con mentirijillas sobre sus nenes.
Pues sí, señora, su hijo es un chorizo que ha caído así de bajo porque no le han enseñado o no ha querido aprender que en la vida hasta el más pijo puede llegar a ser un desgraciado, y que ha tenido suerte de no haber nacido en la primera gasolinera en que paró a repostar la patrulla de la Guardia Civil que trasladaba a su madre embarazada al cuartelillo tras haber sido sorprendida robando en un supermercado.
Sí, señora, le haría usted un gran favor a su hijito si el día del juicio le pidiese al juez que, por favor, no envíe a su retoño a la cárcel, sino a la Amazonia para que trabaje solidariamente con los garimpeiros y que, con un poco de suerte, le enseñen humildad, le sodomicen las orejas y se lo devuelvan transformado en voluntario de Unicef.
Se lo garantizo, señora, no hay nada como bajarse a la mina de la vida para experimentar el constante subidón que supone el tener que ganársela a puro pulmón.
Afectuosamente, un tonto.

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