miércoles, 22 de septiembre de 2010

El aspirante honesto

¿Queréis conocer a un hombre? Investidle de un gran poder.
Han pasado veintiún siglos desde que Pítaco de Mitilene sentase con este aforismo, seguramente sin proponérselo, lo que podríamos calificar como "esencia del empirismo filosófico-político" o, dicho llanamente, "prueba del algodón".
Elige el candidato que quieras, vota por él y espera. El tiempo y la experiencia demuestran que ni los Sarkozy, Zapatero, Obama y casi ningún otro han respondido a las expectativas políticas que trasladaron a la opinión pública, cada vez más pública y menos opinión merced a una suerte de acomodada prostitución intelectual sustentada en el espectáculo en detrimento de la reflexión, acertada o no, pero reflexión al cabo.
En política, ser candidato a ejercer el poder es fácil. Basta con prometer arreglar el mundo para estropearlo un poco más. Lo difícil es tener el valor de renunciar cuando no se es capaz de cumplir los compromisos. Si fácil es ser candidato, más fácil y peor es todavía embarcarse en la frágil y peligrosa nave del populismo para tratar de ocultar el fracaso. Y eso, hoy en día, abunda.
Para evitarlo, el aspirante honesto al poder debería reconocer que lo suyo es defender los grandes intereses multinacionales, la protección del especulador y del sistema financiero mundial, la persecución racial y religiosa, la expulsión de gitanos y emigrantes, la precariedad social y laboral, cuando no la destrucción total de todo cuanto la inteligencia humana ha creado para la cohabitación pacífica.
De ese modo, al menos, no nos sentiríamos defraudados ni engañados.
De ese modo también bastaría con que nos gobernase una dictadura planetaria.
Para evitarlo estamos obligados a dejar de ser meros espectadores.

No hay comentarios: