lunes, 25 de octubre de 2010

El imparable maremoto gris

El mundo se enfrenta a una explosión demográfica... de ancianos.
Es verdad que la población global en su conjunto crecerá aproximadamente un tercio durante los próximos 40 años, de 6.900 millones a 9.100 millones, según la División de Población de la ONU. Pero será un aumento muy distinto a los anteriores, impulsado no por las tasas de natalidad, que han caído en todo el mundo, sino por el incremento en la cifra de ancianos. Se prevé que el número de niños menores de cinco años disminuya en 49 millones de aquí a mediados de siglo y que el de personas mayores de 60 aumente en 1.200 millones. ¿Cómo es posible que el planeta se haya vuelto tan gris y tan deprisa?

El envejecimiento es un problema de los países ricos.
En realidad, la mayoría de los países en vías de desarrollo experimentan un envejecimiento de la población sin precedentes. A finales de los 70, la mujer iraní tenía un promedio de casi siete hijos. Hoy, por motivos que no acaban de entenderse, no tiene más que 1,74, muy por debajo de los 2,1 hijos necesarios para sostener una población a largo plazo. En consecuencia, está previsto que, entre 2010 y 2050, el número de ciudadanos mayores de 60 años en la república islámica pase de ser el 7,1% al 28,1%. Muy por encima de la proporción que constituyen las personas mayores de 60 en Europa occidental y aproximadamente igual que el porcentaje previsto para la mayoría de los Estados del norte de Europa en 2050.

Occidente está condenado a la decadencia por la demografía
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El panorama es todavía peor para Asia. Quienes predicen un siglo asiático no se han hecho a la idea de que la región se aproxima a una era de hiperenvejecimiento. Corea del Sur y Taiwan, que tienen unos índices de natalidad de los más bajos del mundo, van a empezar a perder población de aquí a 15 años. El Gobierno de Singapur está tan preocupado por la escasez de nacimientos que, además de ofrecer a las nuevas madres un cheque bebé de unos 3.000 dólares (unos 2.200 euros) para el primer o segundo hijo y unos 4.500 para el tercer o el cuarto, permiso de maternidad remunerado y otros incentivos, ha empezado a incluso patrocinar encuentros de speed dating (citas rápidas).
Por ahora, China disfruta los beneficios económicos asociados a la primera fase del descenso de la natalidad. Pero, con su política de un solo hijo y su bajísimo índice de nacimientos, está convirtiéndose en lo que se llama una sociedad “4-2-1”, en la que un solo hijo tiene que responsabilizarse de mantener a dos padres y cuatro abuelos.

Los viejos trabajarán más tiempo... si tienen buena salud
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Según un reciente estudio del think tank Rand Corporation publicado en la revista Health Affairs, más del 40% de los estadounidenses entre 50 y 64 años tienen dificultades para llevar a cabo actividades corrientes como andar 400 metros o subir 10 escalones sin descansar.Dado este declive de las condiciones físicas en esa franja edad, es de prever que la próxima generación de ancianos esté mucho más incapacitada que la actual.
La obesidad y el estilo de vida sedentario están extendiéndose a todo el mundo. Entre 1995 y 2000, el número de adultos obesos en el planeta pasó de 200 millones a 300 millones, y 115 millones vivían en países en vías de desarrollo. Las cadenas de comida rápida como McDonald’s y KFC abren franquicias sin cesar desde Chile hasta China, a la vez que la gente pasa cada vez más tiempo en su automóvil y sentada delante de televisores planos y pantallas de ordenador. Se calcula que hay más de 1.000 millones de personas con sobrepeso en el planeta, lo cual significa una pandemia de enfermedades crónicas como la diabetes o los trastornos cardíacos.

Un mundo gris será un mundo más pobre.
Con el tiempo, los bajos índices de natalidad no sólo producen menos niños, sino también menos personas en edad laboral, precisamente cuando se dispara el porcentaje de mayores dependientes. Esto quiere decir que el envejecimiento puede muy bien pasar de estimular la economía a deprimirla. Menos adultos jóvenes significan menos gente que necesita comprar nuevas viviendas, nuevos muebles, etc., así como menos individuos dispuestos a asumir riesgos y mostrar espíritu emprendedor. A los trabajadores mayores les interesa más proteger los puestos de trabajo que crear nuevas empresas. Los esfuerzos desesperados para sostener el consumo y los valores de la vivienda pueden desembocar en un flujo cada vez mayor de capitales hacia el incremento de los créditos al consumo y, por consiguiente, crear burbujas financieras que inevitablemente acabarán estallando (¿les suena?). En otras palabras, un planeta que envejece de forma indefinida no tiene más remedio que acabar teniendo problemas.

(Extracto de un trabajo elaborado por Phillip Longman para Foreing Policy.)

El llamado Grupo de Reflexión que, presidido por Felipe González, elaboró a petición de la Comisión Europea un informe sobre el futuro de Europa afirma en su página 26 que debido al cambio demográfico el continente perderá, de aquí al 2050, 68 millones de trabajadores, y que para tapar esa brecha se necesitará un aumento neto de otros 100 millones.
Me pregunto de dónde se va a sacar tanta mano de obra para cubrir semejantes necesidades, sobre todo teniendo en cuenta las restrictivas políticas de inmigración que están poniendo en práctica los países desarrollados.
Otro dato para la reflexión: en el 2025, la población africana tendrá menos de 18 años.
¿Volverá a estar en África la solución del futuro de Europa?

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