La Real Academia Española ha vuelto a destapar el tarro de las discrepancias lingüísticas con la filtración de las "novedades" de la nueva ortografía, que saldrá a la venta poco antes de las navidades. ¿Márquetin o pura casualidad?
Las cuestiones de índole lingüística suelen traer polémica, e incluso impensables insumisiones, y la Real Academia suele fomentarla con normas muchas veces inútiles (¡las lenguas son de quienes las hablan, no de quienes las regulan!) y de escasa enjundia lingüística en un ámbito, el de la ortografía del español, con bases sólidas y de aplicación consolidada en lo fundamental por la ley del hablante, la más importante en cuanto al uso de las lenguas.
Para dar a luz su nuevo lío ortográfico (en realidad no tan novedoso), la Academia argumenta que su objetivo es favorecer la unidad del español a ambos lados del Atlántico, de ahí la decisión de unificar el nombre de las letras en toda la comunidad hispanohablante. Es verdad que en el ámbito académico a la i griega se la llama ye (tuve un profesor de Fonología y Fonética que empleaba y recomendaba esa pronunciación por razones fonéticas), pero pretender extender al uso popular esa denominación parece ilusorio y una manera de nadar contra corriente porque nadie en España le llama así a la y, por no citar la raigambre de la "be" larga y la "ve" corta en ciertos países hispanoamericanos.
Con ser esto llamativo, no lo es menos el nuevo impulso que se la da a la decisión adoptada de no tildar el adverbio solo, entre otras palabras, aún a fuerza de caer en la ambigüedad. Las academias consideran que la duda se resuelve por interpretación del contexto, cosa que, personalmente, no me parece tan simple. Si escribo: "Pedro comió solo al mediodía", qué estoy diciendo realmente, ¿que comió sin compañía o que comió sólo (solamente) una vez en todo el día? Las discrepancias abundan en este caso concreto.
Pero en el fondo de estos cambios parecen subyacer otras inquietudes. Hay quienes creen que las academias, con la española a la cabeza, se mueven más por esplendor económico que por el esplendor de la propia lengua. Las cifras de ventas de los distintos productos promovidos por estas instituciones han crecido de modo exponencial en los últimos años. De ahí que se interprete, pues, que liar y enconar el debate lingüístico reporte pingües beneficios.
¿Será por eso que la publicación de la nueva normativa, un tocho de 800 páginas, se ha previsto para fechas navideñas?
2 comentarios:
Que gusto me ha dado leer aquí que la Academia de la lengua Española quiere poner orden a discrepancias lingüísticas de ambos lados del atlántico.
Sugiero que tanto la Academia como el Instituto Cervantes tomen cartas en un asunto pertinente a la lengua que es de lo más delicado y pasan los años y nadie ha hecho nada. Se trata de nuestra letra ñ ,la cual aquí en los Estados Unidos por no tenerla en su alfabeto pretenden suprimirla del nuestro. Aquí si alguien se apellida Peña se lo cambian a Pena,o Quiñones a Quinones. Y la verdad no entiendo como quienes son víctimas de éste error no protestan masivamente para corregirlo y ver que se adapte la Ñ aunque sea para casos relativos a nuestro idioma; y dicho sea que no les caería mal adaptar a los demás alfabetos que la carecen para enriquecerse con ése sonido.
Y ya ni le digo nada de los comerciales de televisión donde nadie interviene para que nuestro idioma se hable bien y hasta permiten que los anunciantes expresen con una palabra en inglés algo que tiene en existencia un término en español.Ojalá y éstas instituciones tomen en cuenta ésto y eviten que nuestra hermosa lengua castellana se degrade.
Estoy de acuerdo con usted, Carlos, en especial en lo que atañe a la "ñ". Jurídica y policialmente puede ser incluso contraproducente registrar "Pena" a un señor apellidado "Peña", etc. etc. Pero me temo que las cosas no cambiarán tan fácilmente. El inglés sigue siendo el idioma muy poderoso y el principal recurso colonizador.
Gracias por sus visitas y comentarios. Reciba un cordial saludo.
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