Lo que no se puede conseguir mediante la razón y la diplomacia trata de conseguirse utilizando la violencia.
No es nuevo. La historia está llena de ejemplos de gobernantes que por ambición, codicia o ambas cosas son capaces de cometer las mayores atrocidades -curiosamente siempre en nombre de una patria cuyo concepto es tan decimonónico como inconcebible- y fomentar las guerras más absurdas.
El camino que ha emprendido el rey de Marruecos parece ir por ahí. Sus discursos lo dejan entrever. Sus acciones, todavía más.
Un Estado que no tolera la disidencia, el disentimiento y la expresión no violenta del sentir de sus ciudadanos, máxime cuando los saharauis no lo son ni quieren serlo pese o quizá debido al sometimiento marroquí, no es un Estado democrático.
En el caso de Marruecos es un sultanato cuya arrogancia atiza el fuego saharaui.
2 comentarios:
Son momentos en los que algunos sentimos cierta impotencia mientras otros sufren.
Un abrazo solidario.
Coincido con Francisco O. Campillo. No entiendo cómo puede existir en Marruecos una dictadura fascista, dirigida por un monarca fundamentalista en pleno siglo XXI. ¿No tiene nada que decir el Consejo de Seguridad de las Naciones [Des]Unidas ante esta situación?. Pido perdón por ser tan tonto, inocente, ingenuo, pero no me entra en la cabeza la situación de los pobres saharauis, porque es evidente que no reciben el mismo trato por parte del concierto de naciones, por poner un ejemplo, de los israelíes. Disculpen mi ignorancia y mi forma de expresarme, quizá, un poco salvaje.
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