"[...] alguien debería conseguir meter en la agenda informativa qué diablos hay que hacer en 2011 para que las cosas empiecen a mejorar, para que se cree empleo, riqueza, valor. No sé si vendrá de la mano de la sostenibilidad (a pesar de Zapatero, sí) pero desde luego no vendrá de los temas que seguimos considerando dignos de primera página en los informativos. Tengo para mí que la obsolescencia programada está instalada en el periodismo de manera tan intencionada como en las bombillas o en las afeitadoras Gillette. Y tiene forma de fotografía de futbolista, encorbatados haciendo declaraciones e incluso, perdonen, insisto, la trivialidad, encapuchaditos prometiendo treguas. Al cuerno con esa agenda".
Esta reflexión extractada de un post de El mundo según Sanjuán pone el dedo en la llaga de algunos de los problemas sociales más acuciantes del momento: el seguidismo, la falta de agallas, la opinión alienante, el entreguismo y el acriticismo, el miedo y la cobardía profesionales y políticas, políticas y profesionales.
Llevamos años fomentando, fermentando y respirando un enrarecido clima de pesimismo y revanchismo, enterrando voluntariamente las pocas o muchas dosis de optimismo que somos capaces de generar porque permitimos que la derrota sea más poderosa que las ganas de vencer.
Es más fácil dejarse llevar que resistirse a perder y dar un paso al frente. Al menos no requiere esfuerzo. Nos dejamos llevar porque, en el fondo, sentimos un insano placer en la desidia que subyace en el victimismo, y un pánico indescriptible ante la posibilidad de gestionar el éxito.
Por eso asumimos que para crecer, para salir del pozo, hay que restar y que la única fórmula para salvar empresas radica en despedir empleados, falacia que a fuerza de repetirse ha acabado por convertirse en axioma difundido hasta la saciedad por los medios de comunicación y asimilado hasta la indignidad por millones de lectores. ¡Nunca la pasividad tuvo tamaña audiencia!
Las empresas, los proyectos, las ideas, las iniciativas no son sólo de quienes las crean, las firman o las financian, sino también de quienes ponen esfuerzo, ilusión, esperanzas, ganas, trabajo y capacidad en impulsarlas, y de quienes saben apoyarse lealmente en el conocimiento de los demás con el fin de obtener beneficios para todos. De esto último, queda muy poco. Nos hemos convertido en serviles seguidores del "sálvese quien pueda".
Incapaces de levantar cabeza sin muletas (léase subvenciones, enchufes, favores, prevaricaciones, etc.), no caminamos, corremos hacia el precipicio.
¡Al cuerno con esa agenda!
2 comentarios:
¡Magnífico post, Migra!
No puedo estar más de acuerdo.
Soy Irreverens
Gracias, Irreverens. Saludos.
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