martes, 4 de octubre de 2011

¿En quién podemos confiar?

Si como decía Bolívar la confianza ha de darnos la paz, ¿cómo podemos estar tranquilos si nos traicionan aquellos en los que hemos confiado?
Vivimos tiempos de dilemas como este precisamente en el momento en que, como sociedad, más necesitados estamos de confianza, pero cómo confiar si hasta los vecinos a quienes confiamos nuestros ahorros y nuestra representación en foros democráticos nos engañan e incluso se burlan de nosotros robándonos legal o alegalmente la cartera para procurarse un confortable porvenir sin que nada ni nadie se lo impida.
No nos confortan las buenas palabras, los supuestos arrepentimientos, los mea culpa ni siquiera los actos de contrición. Si los actos tienen consecuencias y la justicia democrática las prevé, el criminal debe pagar por sus delitos, única forma de resarcirnos del daño, la indignación, la impotencia, la vergüenza y el perjuicio que nos ha causado.
Es urgente, pues, acabar con los desalmados y los sinvergüenzas, echarlos del foro público, abrir bien las ventanas e insuflar aire limpio y fresco en los organismos e instituciones si queremos que nos representen con eficacia y eficiencia y sean dignos de la confianza que hemos depositados en ellos.
De lo contrario, sólo nos queda confiar en quien todavía no nos ha traicionado.