Con la que está cayendo y lo que se nos viene encima uno se va haciendo cada vez más a la idea -lo que no quiere decir que la asuma ni la acepte- de que hemos iniciado un regreso al pasado -en algunas casos parece que a la Edad Media- del que, ahora mismo, no se vislumbra retorno.
Que la economía de un país -Italia,¡0j0, todavía no rescatado ni intervenido como Grecia, Irlanda o Portugal!- sea tutelada por organismos supranacionales -FMI, UE- pasándose por la entrepierna un Gobierno y un Parlamento democráticamente elegidos es una injerencia en toda regla y un claro retorno al pasado político. Así las cosas, cabe preguntarse si es la democracia un obstáculo para la economía o esta un peligro para la democracia...
Países miembros de la UE, con Gran Bretaña y Francia a la cabeza, haciendo valer la ley del más fuerte y argumentando, al más puro estilo estadounidense, que había que liberar a los libios del sufrimiento al que les tenía anclado el dictador -puestos a ello, deberían seguir, pues todavía les queda una lista de reyezuelos bastante considerable- se aprestaron a lanzar una guerra contra el déspota Gadafi cuando amenazó con tirar de la alfombra y dejar al descubierto sus chanchullos, prebendas y privilegios. ¡Quién le iba a decir al coronel que acabaría como acabó, a él que sus antes amigos le habían pedido, y hasta pagado generosamente, que levantase campos de concentración para confinar a los inmigrantes africanos de camino a la rutilante Europa!
En la Edad Media se colgaba y se encerraba a los mendigos, y en el franquismo se dictaron leyes contra vagos y maleantes. ¿No es un abyecto abuso humillar y tratar como a criminales -no olvidemos que en algunos países europeos carecer de documentación equivale a ser un criminal- a las legiones de pobres que huyen de la miseria y el hambre africanas para refugiarse y comer en Europa? ¿No hemos dado, acaso, un evidente paso atrás?
"Oiga, señor Pardo, pero esas actuaciones están avaladas por gobiernos democráticos", se podrá argumentar. Pues sí, pero que hayan sido decisiones gubernamentales o parlamentarias no quiere decir que sean democráticas, éticas y/o razonables, porque entonces también tendríamos que admitir como tales el confinamiento sin derechos de personas, las argucias legislativas de Berlusconi para favorecerse y favorecer su entramado empresarial o las putas de alto o bajo copete que se benefician los gobernantes con cargo al erario público.
Estas y otras cuestiones de vital trascendencia cívica son, en buena medida, consecuencia de la banalización que algunos gobernantes, con el respaldo de sus votantes, hacen de la política, un modo de hacer política que ha entronizado la publicidad y la propaganda como medios de captar voluntades sin criterio. ¿Cómo entender, sino, que un candidato llegue a prometer la felicidad a sus potenciales votantes? Los charlatanes del medievo también lo hacían, y no sólo eso, también prometían la salvación eterna. ¡Lo que hay que oír!
Si hacemos caso a las encuestas, ese mismo candidato puede lograr el próximo día 20 una absolutísima mayoría absoluta, lo que debería recordarnos que en pasados no muy lejanos -algunos muy recientes- otros grandes líderes con poderes absolutos nos metieron en guerras bélicas y económicas cuyos costes acarrearemos quizá para siempre. Todo muy democrático, sí, pero únicamente desde el punto de vista electoral.
El poder es muy tentador, dicen. Debe ser cierto porque en el programa electoral del presidente electo, según las encuestas, se ha incluido, por ejemplo, la tentación de hacer prevalecer en cuestiones salariales y laborales los acuerdos que pacten trabajadores y empresarios, como si acuerdos y convenios colectivos -figura legal actual que rige las relaciones laborales sectoriales- fuesen sinónimos y los trabajadores estuviesen en igualdad de condiciones que los empleadores. En el siglo XIX se procedía de la manera que ahora, según ese programa, se plantea proceder. Por eso los trabajadores se inventaron los sindicatos y estos, a su vez, los convenios colectivos. Justo lo que se quieren cargar ahora.
¿No es también una vuelta al pasado?
3 comentarios:
"Dios" nos coja "confesados"...
Claro que, señor Pardo, na Idade Media as cousas eran o que parecían, e agora as cousas non parecen o que son.
Non sei se me explico...
"Confesados" y "comulgados".
¿Un xogo de espellos, señor Kaplan?
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