Las crónicas periodísticas dicen que Mariano Rajoy fue "aclamado" presidente del PP en el congreso del partido celebrado este pasado fin de semana en Sevilla.
Al margen de la trayectoria política del señor Rajoy tanto en cargos públicos como orgánicos de su partido, no se entiende cómo se puede aclamar a alguien en democracia, aunque la suya haya sido la única candidatura, hecho que también da qué pensar.
Tanto una cosa como la otra -la aclamación del líder y la existencia de una candidatura única- nos sitúan en contextos políticos muy alejados de lo que es democracia. A Castro, Ceaucescu o Kim Jong -por citar algunos ejemplos fácilmente identificables- se les aclama y aclamaba como líderes absolutos e irreprochables. Todos ellos consideran y consideraban las alternativas o la simple discusión de planteamientos como un ataque al sistema y al Estado. En esos régimenes no queda más alternativa que la sumisión sin rechistar, salvo que uno esté dispuesto a inmolarse y a ser expurgado, con su familia incluida.
No es fácil asimilar que de los 2.600 compromisarios que asistieron al congreso del PP no haya salido una propuesta, una ponencia, una corriente que discuta la política del ala oficialista del partido. Incluso en el republicanismo estadounidense -conservador donde los haya- las distintas tendencias ideológicas -izquierdista, centrista y conservadora, en realidad son tres partidos dentro de uno- se disputan la línea política que debe seguir la organización en un momento dado.
Cuesta creer que el 97,44% de esos compromisarios hayan votado por la continuidad de Rajoy, y que el resto se haya abstenido. No consta ni un voto en contra.
¿Obediencia ciega al líder o en el PP nadie se atreve a discutirle? Si es lo primero, ¿cómo es posible eso en democracia? Si es lo segundo, ¿qué clase de militantes tiene el PP?
No hay comentarios:
Publicar un comentario