miércoles, 18 de febrero de 2009

El tramoyista prefiere el amarillo (chillón)

Viñeta de Pinto & Chinto en La Voz de Galicia

Debemos reconocer que en torno al mundo mediático se mueven tramoyistas muy hábiles, tanto que con frecuencia es imposible distinguir la escena.
El más cuco de todos esos profesionales del ilusionismo es el que maneja los hilos del amarillismo informativo. Se mueve como el fantasma de la ópera, con maliciosa perversión y atronador sigilo. Atronador sí, porque cuando te das cuenta ya estás inmerso en la más ensordecedora de las tracas radioteleperiodísticas.
De la magnitud del artificio da buena fe el alegato del juez Emilio Calatayud en defensa de las víctimas, sus familias y sus circunstancias, un alegato innecesario en sociedades cuyos miembros viven en su propio domicilio, no en el patio del vecino. A él se han sumado, y me sumo, sensibilidades como las que infunden espíritu a bitácoras como La huella digital o Im-Pulso.
El tramoyista es, en efecto, un figura del arte prestidigitador (el sufijo "digitador" no es casual) al que ingenios como el de Juan Enrique Tur destapan a veces sus hipotéticas vergüenzas. Escribe en Testigo accidental que el genio del pelo amarillo (y no hablo de Van Gogh) nos llevó al huerto del embuste con aquel lío humeante y marujero artificiosamente engendrado por la salida al mercado (¡qué grande y ambigüa palabra!) del libro de Pilar Urbano sobre las opiniones de la reina Sofía. Y, paradojas de la vida, ahora que el director de Amnistía Internacional en España, Esteban Beltrán, publica un alegato contra la tortura en nuestro país, el tramoyista se hace el longuis.
Claro, el color de la tortura es el magenta de la sangre y el rojo de la ira que provoca en quien la condena. Por eso al tramoyista sólo le interesa el lúdico chillón del amarillo.

1 comentario:

matrioska_verde dijo...

Hace un rato, estaba comentándome una compañera la "vergüenza mediática" en torno a Marta. La semana pasada estuvo de vacaciones y por tanto encendía la tele en franjas horarias desacostumbradas, viéndose obligada a cambiar de canal para no ser un eslabón más de ese circo. ¿A dónde vamos a llegar?

bicos,