Don Juan Carlos ha vuelto a Compostela y, con motivo del Día de Galicia, ha hecho una ofrenda ante el apóstol Santiago. Mejor dicho, ha hecho "la misma" ofrenda que cada año jubilar hace un monarca español desde 1634 y, en todo caso, ha dicho lo mismo que dice en los discursos formales, sea navideño, pascual o tal.
Lo llamativo de este caso en especial es que le pide peras al olmo porque, en vista de los resultados, el apóstol no parece darse por enterado de diversas cuestiones, que podríamos resumir a vuelapluma:
a) Los políticos siguen sin servir con generosidad al interés general, no favorecen la cohesión y el entendimiento ni atienden con eficacia los problemas de los ciudadanos.
b) No se fomenta el diálogo ni el consenso, la tolerancia o el respeto mutuo, el amor a la justicia o la equidad.
c) Millones de personas en todo el mundo siguen sin disfrutar de paz, libertad, justicia y prosperidad.
d) Demasiados trabajadores se han quedado sin empleo, están desanimados, jodidos y puteados, algunos de sus hijos llevan camino de convertirse en delincuentes y en putas por necesidad.
e) En vista de que seguimos en crisis económica, de que los terroristas no han renunciado a las armas, de que se nos ratean cada vez más derechos, de que cuanto más reducidos son los sueldos más insultantes son los beneficios, etc. etc. etc., el monarca debería cambiar el discurso y el destinatario de sus peticiones.
En fin, son sólo algunos contrargumentos al discurso real. Tan conocido, tan manido, tan repintado, tan previsible y tan delirante en ciertos aspectos que lo convierten en lo que realmente es: un discurso irreal.
4 comentarios:
Totalmente de acuerdo.
Que le pida a San Fermín o a Santa Rita, o, mejor todavía, a San Miguel.
O realmente estraño é que un home feito e dereito, acompañado doutros adultos, pida seriamente determinadas cousas á estatua doutro que leva dous mil anos morto. Logo falamos dos Reis Magos e o rato Pérez. Un saúdo.
:) Buenísima apreciación, Kaplan.
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