La filosofía y los filósofos deberían volver a los currículos académicos en pie de igualdad con las matemáticas, la lengua, los idiomas o la literatura, los matemáticos, los lingüistas o los literatos. Hay muchas razones para desearlo, y entre las posibles que a cada cual se le ocurran seguramente no estaría entre las menos importantes la certeza de que su conocimiento haría de nosotros personas más prudentes y sensatas, virtudes que no abundan precisamente en estos alocados tiempos en que, como dicen en mi pueblo, o falar non ten cancela.
Viene esto a cuento de la lectura de lo que escribe Félix Soria a raíz de unas declaraciones del presidente de la Xunta de Galicia, para quien la política económica del Gobierno gallego está más cerca de la de Alemania que de la de Grecia, Irlanda y Portugal, que, según este señor, es la política del Gobierno socialista de Madrid.
Leyendo semejante comparación he recordado un aserto de Artistóteles, según el cual pobre discípulo el que no deja atrás a su maestro.
En este caso por partida doble. A saber: porque en los cracks de las economías griega, irlandesa y portuguesa tuvieron mucho que ver, por activa y por pasiva, los acólitos políticos del esclarecido Núñez Feijoo, quien, por añadidura, utiliza la misma estrategia dialéctica de confusión que su maestro en las lides políticas, el no menos esclarecido don Mariano Rajoy Brey, futuro presidente del Gobierno de España, si no lo remedian las urnas, y gran muñidor de la próspera y sin par España que se nos avecina.
Por si acaso, vaya por delante un consejo de René Descartes, sospechoso de especulación financiera con futuros del ladrillo: "Es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez".
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