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sábado, 15 de agosto de 2009

¿Qué ocurriría si...?

¿Qué ocurriría si tu hija comiese una manzana envenenada?
¿Y si tomase café con un loco con sombrero?
¿Qué pasaría si la encerrasen en un lugar oscuro y siniestro?
¿No es para estar preocupado?

lunes, 8 de junio de 2009

Créditos por la cara

El mundo ha cambiado una barbaridad, tanto que uno de los factores determinantes de las relaciones sociales, la confianza, ha caído en picado. Uno de los ámbitos en que esto es más evidente es el de la economía, hecho que ahora mismo no necesita explicación.
Era ayer prácticamente cuando nos recibían con los brazos abiertos en los bancos, donde hoy, sin embargo, a poco que uno se descuide, lo echan con cajas destempladas. Sorprendentemente, los créditos ya no se piden, se ruegan.
Hace unos años los cobraban caros, al 20% o así, pero los concedían y era posible hacer planes con ese dinero prestado con usura. Pero hubo incluso, en ese sentido, momentos mejores, como cuando a mediados del siglo pasado los bancos concedían créditos sin más requisito que la supuesta bonhomía del solicitante. Una persona llegaba a la sucursal, pedía una cantidad, el empleado lo miraba a la cara y, en función del aspecto y de si le infundía confianza, se lo concedía o no. Les llamaban "créditos faciales". Lo cuenta Luis Carandell en sus segundas memorias, Mis picas en Flandes.
Lo curioso es que, según él, el sistema funcionaba y contribuía al sostenimiento de la economía real. A lo que se contribuye actualmente, sin embargo, a es mantener la economía irreal, que no tiene fondo ni límites. Ni se le imponen.
Creo que todos añoramos los tiempos en que la confianza era un valor socialmente cotizable.

martes, 12 de mayo de 2009

Para sobrevivir

He escuchado y leído muchas declaraciones sobre la importancia y el significado íntimo de escribir, pero quizá ninguna tan hermosa, profunda y humana como la de Octavio Paz:

He escrito y escribo movido por impulsos contrarios: para penetrar en mí y para huir de mi, por amor a la vida y para vengarme de ella, por ansia de comunión y para ganarme unos centavos, para preservar el gesto de una persona amada y para conversar con un desconocido, por deseo de perfección y para desahogarme, para detener al instante y para echarlo a volar. En suma, para vivir y para sobrevivir. Por esto, porque estoy vivo todavía, escribo ahora estas líneas. ¿Sobreviviré? Ni lo sé ni me importa: el ansia de supervivencia es, tal vez, una locura, pero una locura ingénita, común, inextinguible.

El extracto corresponde al prólogo de La casa de la presencia, tomo I de las obras completas del autor mexicano, escrito en abril de 1990.

Cada persona, como cada momento en la vida, tiene su afán. Quizá el de escribir no sea más que una forma congénita de comunicación, de preservar la memoria, de vivir, de sobrevivir y para sobrevivir, incluso dentro de uno mismo.

sábado, 2 de mayo de 2009

Culeto al quevedesco gusto

Foto: AFP

Éranse dos culos a mujeres pegados,
éranse dos protuberancias magras,
éranse dos reales pompis en bragas,
éranse dos mofletes refinados.

Dos chichones éranse muy hinchados,
éranse dos superlativas nalgas
enfundadas éranse las dos en faldas,
éranse sus glúteos muy sobados.

Éranse dos cumbres en diplomacia,
éranse dos beldades sin patraña,
dos reculetes éranse con gracia

que a las cámaras muéstranse con maña.
Érase el uno enseña de Francia,
érase el otro blasón de España.

lunes, 27 de abril de 2009

Aliteración canina

Foto tomada de xlsemanal.com


Cancerbero que captas incautos,
capaz de canonizar carnicerías,
cantas arrogante tus pillerías
con cantares de tiempos infaustos.

Acólito cantil de tristes fastos,
rapaz de falacias y armerías,
campas a tus anchas por cancillerías
cubriendo con escoria dignos pastos.

Cavas catacumbas con canina fiereza
calambur gregario, falso profeta,
que llenas y sellas con feroz vileza.

Cazador amenazante, nocturnal veleta,
por más que calles tu culpa y tu llaneza
nos hallarás cancerberos de tus tretas.
___________________

viernes, 20 de marzo de 2009

Indulgencia al condón al clásico modo

.
Viril, suave y elástico apéndice,
gozosa goma de suma eficacia
que a quien bien te usa evitas la desgracia,
te ama el pueblo, la curia te maldice.

Badajo brutal te apoda el pontífice,
por cubrir el falo cree que eres falacia,
mas con tanta disputa en democracia
no encontrarás palio que te eternice.

Vulgar ratero te bautiza el clero,
y aun sabiendo que eres de su molienda,
condena te da con sermón artero.

¡Haya paz!, dices, ¡cese la contienda!,
que pa metella y sacalla con esmero
no son menester preces en la jodienda.

jueves, 12 de febrero de 2009

¿Cómo nacieron los cronopios?

El gran Julio Cortázar, de cuya muerte se cumple hoy un cuarto de siglo, cuenta al no menos grande, en otro ámbito, Joaquín Soler Serrano en su programa "A fondo", de Televisión Española, cómo nacieron los cronopios, "personajes indefinibles, una especie de globos [...] que andaban por ahí, pululaban", sobre cuya génesis e interpretación se escribieron ríos de tinta. Algunos contaminantes.

Vía Trafegando ronseis

Haga como si estuviera en su casa

"Una esperanza se hizo una casa y le puso una baldosa que decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar.
Un fama se hizo una casa y no le puso mayormente baldosas.
Un cronopio se hizo una casa y siguiendo la costumbre puso en el porche diversas baldosas que compró o hizo fabricar. Las baldosas estaban colocadas de manera que se las pudiera leer en orden. La primera decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar. La segunda decía: La casa es chica, pero el corazón es grande. La tercera decía: La presencia del huésped es suave como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad, pero no de voluntad. La quinta decía: Este cartel anula todos los anteriores. Rajá, perro.

Julio Cortázar. Historias de cronopios y de famas (1962)

martes, 27 de enero de 2009

"Jamás descuides tus sueños"

Fue así, exactamente así, como os lo cuento. Ocurrió una madrugada en El Corzo. Recuerdo que sonaba una canción apenas más rápida que el silencio, algo casi tan lento como el suelo. Fue la primera vez que bailé con ella. Era la chica más interesante del local, hablaba poco, raras veces se reía y a veces le brillaban los ojos como si fuese a llorar. Me pareció que atravesaba ese preciso instante de ofuscación y angustia en el que una mujer no sabe muy bien si necesita una copa, un hombre o un pañuelo de las narices. A lo mejor es que acababa de cumplir cuarenta años, que es una cosa que en determinadas circunstancias las mujeres desdichadas cumplen cada diez minutos. Como cualquier otra noche, yo mataba el tiempo tomando apuntes en un posavasos con una letra desganada que parecía la soga de un ahorcado. Entonces aproveché la mano del barman para hacerle llegar un comentario: "Jamás descuides tus sueños. Incluso en medio de la peor tormenta, de un velero a pique siempre se salvan las gaviotas". "De verdad que no me ocurre nada", dijo ella con ese convencimiento que ponen las mujeres cuando verdaderamente les ocurre algo. "Me encuentro bien, pero no me importaría pasar un mal rato si a cambio me siguieses enviando notas como esta". Le dije que lo había hecho a cambio de nada y sin esperar la menor utilidad, incluso sin la pretensión de consolarla. "Es mi manera de ser, ¿sabes? Se me ocurre una idea, tomo un apunte rápido, doblo el papel, lo meto en el bolsillo y lo normal es que sólo lo lea la lavadora. Desde luego no pretendía consolarte. No es mi estilo. No creo que sea bueno entrometerse en la tristeza ajena. El mundo lo movieron siempre las personas con problemas, la gente aterida de miedo, de pena o de frío o de dolor. De ellos salen la poesía, la música, el arte. ¿Sabes?, yo creo que de la gente feliz sólo puedes esperar una barbacoa o un mambo". No me pareció que aceptase mi opinión con mucho convencimiento. Insistí: "Fíjate en el odioso sentido práctico de la gente cartesiana. La luz eléctrica fue un gran invento para la industria, pero el verdadero sentido literario lo alcanza la luz cuando la apaga el poeta, un tipo a menudo triste y ensimismado que vive convencido de que una mujer alcanza el techo de su belleza cuando se mira al espejo y descubre que en su rostro acababa de comenzar la serena y conmemorativa luz de su pasado". "Lo que ocurre es que a veces no nos gusta nuestro pasado, ¿no crees?". Era tarde y me costaba razonar, pero hice un esfuerzo porque "el pasado es una cosa que uno maneja a su antojo, de modo que puedes reconstruirlo a tu medida, a la medida de tus sueños, como ocurre cuando viajas mucho y con el paso del tiempo recuerdas haber encontrado en Nueva York una calle de París repleta de taxis azules de Praga conducidos por paquistaníes de habla hispana... y eso, amiga mía, ocurre de manera tan inexplicable como el hecho insólito de haber vomitado lentejas aquella maldita noche que te sentó mal el pollo de la cena". Fue entonces cuando Tino pinchó adrede para mí una hermosa canción de Frank Sinatra. En el espejo de la barra brillaba en "off" la invertebrada luz de los cigarros. "Es nuestro momento, amiga. No tendremos otra ocasión como esta. Es música para dos corazones en voz baja". Se lo dije como lo sentía. Aquella noche en El Corzo Sinatra sonaba como si Tino hubiese pinchado Didn't we con la aguja de la acupuntura. Era muy tarde y la manida luz del local olía como la sombra de un naranjo. Estábamos solos en la pista. Marta se recogió en mis brazos y yo apoyé mi pecho en el portal de mi espalda. Recuerdo aquello como haber pasado de puntillas con ella sobre los ojos de un niño dormido. Conservo de aquella noche un recuerdo imborrable y una nota escrita en su ausencia con la letra fosca y espinosa de un hombre cansado: "Supongo que era por ella por quien esperaba Dios en el tocador de señoras...".

José Luis Alvite
, Áspero y sentimental, Ézaro, Madrid, 2008

viernes, 19 de diciembre de 2008

Escultores

En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño, arrepentido, le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

La oveja negra. Augusto Monterroso

martes, 9 de diciembre de 2008

La palabra como argumento

Algunos de los blogueros que conozco, y otros que no pero que me circundan, me leen y los leo, andan metidos estos días en tareas editoriales, presentaciones de libros y galas literarias varias.
Algunos, como el compañero de fatigas periodísticas Luis Pousa, acaban de publicar su primer poemario, O embigo do mar, libro en el que el poeta nos invita a escuchar la balada del anochecer en la ciudad de A Coruña, según la también compañera Ana Abelenda. No he leído la obra, pero conociendo el gusto de Luis por la palabra me reservo cómodo sofá y mullida almohada para el próximo fin de semana de placer literario.

A Marta Navarro, de Entrenómadas, la imagino desayunando aspirinas y almorzando termalgines, sin uñas (en las manos) y con el gotero de tila por cabecera, de los nervios como estará preparando la presentación, mañana mismo, de su Ocho islas y un invierno. Sugerente título, como todo lo que emana de esta mujer de acusada sensibilidad. Su libro está ya en las librerías.

El editor de Caminando en el desierto, Francisco O. Campillo, se ha metido también en lides editoriales y ha dado formato de libro a su trabajo en el blog, interesante experiencia que abre nuevas posibilidades a los textos que creamos en la Red. Personalmente, admiro la labor de Francisco y su compromiso con el Sáhara.

Finalmente, Silvia Cuevas-Morales se halla en plena divulgación de su última creación literaria: Rodaré maldiciendo, en el que agrupa poemas y arte callejero vinculados a la inmigración. Silvia imprime colores y formas a su torrente de sensaciones.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Contumaz motor de noria

Dineros son calidad, ¡verdad!
Cruzados (caballeros) hacen cruzados (dinero) y tahúres muy desnudos (gente sin escrúpulos) con dados (jugando con trampas) ganan condados (engordan su patrimonio).
Lo dejó escrito Góngora hace cuatro siglos.

Como el hombre sigue siendo víctima de sí mismo, contumaz motor de noria incurre constantemente en el mismo delito de lesa humanidad: "Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan", escribió Eduardo Galeano, en 1989, en El libro de los abrazos.

Pese al tiempo transcurrido, los textos de Góngora y Galeano siguen de plena actualidad.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Érase una vez...

El próximo jueves se celebrará el Día Internacional del Niño, motivo por el que La Huella Digital y Vagón-Bar han promovido una sonora y bien recibida Blogocampaña contra la pornografía infantil que cuenta ya con miles de seguidores que el próximo jueves escribirán un post contra el abuso sexual de menores.
Navegando por la Red (curioso contrasentido, las redes atrapan, no permiten navegar) me encontré con una página que vendrá muy bien a todo aquel que tenga hijos, sobrinos, amiguitos y otras criaturas bajo su cuidado o amparo.
Se llama EnCuentos y ofrece contenidos muy interesantes y amenos. Incluso para adultos que no han olvidado su vertiente infantil o son picados por la curiosidad de vez en cuando.
¡Disfrutadla! ¡Vale la pena!

viernes, 24 de octubre de 2008

Contra la impunidad, memoria

-Mi general, en la bandera pone "Batallón del Bonete Rojo".
-¡Bestias feroces!
-¿Qué hacemos con los heridos?
-¡Remátelos!
-¿Qué hacemos con los prisioneros?
-¡Fusílelos!
-Hay alrededor de noventa.
-¡Fusílelos!
-Hay dos mujeres.
-¡También!
-Hay tres niños.
-Lléveselos. Ya veremos qué hacemos con ellos.
El noventa y tres. Víctor Hugo. 1874

En memoria de todas las víctimas de la barbarie, de la ambición y la codicia humanas.
En memoria de todos aquellos que dieron su vida por un ideal y no fueron justamente comprendidos.
En memoria de los muertos en la más vergonzosa impunidad, con la aprobación, tácita o explícita, del poder en el aberrante uso de su fuerza.
En memoria de todos aquellos para quienes no habrá jamás justicia, memoria ni historia que los resarza de la ignominia.

En relación con el tema:
Entre nómadas: Aragoneses asesinados...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Pata de centollo en su jugo literario

Debo reconocer que yo sería un mal crítico literario, un mal crítico literario al uso quiero decir, puesto que ya ni me imagino en el nivel superior de los que profundizan filológicamente.
Sería un mal crítico porque ni me siento capacitado para escribir novela (¿no es esta la aspiración de todo crítico, según se dice?), por ejemplo, ni para dorar la píldora ni para criticar el trabajo de nadie si no se conoce a fondo. Por ese motivo, suelo tomarme con batido de frambuesa las críticas de los críticos que se lo creen.
Leyendo una "crítica" sobre la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad, me encuentro con el siguiente párrafo, cuyo autor, así como la publicación, omito porque me parece más importante lo que dicen:

"Con todo, Un hombre en la oscuridad es como la pata de un centollo, a la que también se le saca el jugo".

Confieso que me quedé perplejo un buen rato tratando de encontrar el sentido, la relación y la esencia del símil. ¿Por qué pata de centollo y no naranja, más jugosa? ¿Tan poco jugo tiene el último drama de Auster? Quizá el crítico olvida que las patas de los centollos están casi secas, especialmente ahora que se crían en viveros.
Me temo que después de leerse las obras, algunos críticos literarios deberían procurarse una lista de cosas jugosas. Suelen ser muy útiles para establecer símiles.

viernes, 8 de agosto de 2008

La memoria no evadida

Para Paula, que nació en 1970, que no ha conocido la infancia ametrallada por el odio, las escuelas convertidas en cárceles, las flores a María, el miedo, que no ha llevado nunca el sol de la tarde en aquellas velitas de cera.

Pocas veces he leído dedicatoria tan hermosa. Esta figura en el anteprólogo de un libro y la traigo a colación por ese motivo, por su significado, porque es la antítesis de la ideología que representa el dibujo de El Cubri que he tomado de El País y, sobre todo, porque introduce la Historia de la Literatura Fascista Española, del profesor Julio Rodríguez Puértolas, que Akal, después de largo silencio, ha reeditado en edición de bolsillo.
La primera edición, de 1986, causó gran revuelo. No era para menos, pues si se dice de alguien que quizá fue su pasión por la poesía lo que le llevó a asaltar y saquear, recién conquistado Madrid, la casa de Juan Ramón Jiménez _como el profesor Puértolas dice que hicieron Félix Ros, Carlos Martínez-Barbeito y Carlos Sentís (p.665)_ es para subirse por las paredes. Pero eso es historia, historia documentada de España y toca asumirla.
Rodríguez Puértolas cuenta en dos volúmenes quién era quién en el staff literario del régimen de Franco, sus orígenes, qué hicieron para llegar tan alto (o tan bajo, según se mire), sus responsabilidades políticas y sociales, sus traiciones y sus pasiones, sus debilidades.
No es una obra biográfica, es historia de la literatura en la que se habla de personajes como Agustín de Foxá, Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Adriano del Valle, Eugenio d'Ors, Dionisio Ridruejo, Gonzalo Torrente Ballester, Antonio Tovar, Luis Rosales, Pedro Laín Entralgo, Luis Felipe Vivanco y muchísimos otros que de una manera u otra apoyaron el franquismo y se sirvieron de él.
La primera edición está agotada desde hace tiempo. Sólo en las librerías de viejo es posible encontrar algún tomo, raramente el primero y más frecuentemente el segundo, menos enjundioso por tratarse de una antología de textos de autores fascistas desde finales de los años veinte hasta la transición a la democracia.
¿Eran en verdad narradores, poetas, dramaturgos, pensadores o ideólogos los sirvientes de ese régimen? La respuesta la ofrece el propio Rodríguez Puértolas en el siguiente párrafo:

"La verdad es que, con notorias excepciones, quienes en julio de 1936 iniciaron el asalto a la República y entraron a saco al propio tiempo en la literatura y en la razón eran escritores de casino provinciano, señoritos católicos y falangistas incapaces de crear una gran literatura fascista y reaccionaria; envidiosos de los intelectuales y artistas republicanos se lanzaron a la liquidación y al exterminio de la auténtica literatura y de los auténticos escritores. Todo lo cual habían conseguido en abril de 1939. Durante largos años, los cretinos de Flaubert, los de Bouvard et Pécouchet, esos boticarios de una aldea nada global que vemos también en el "Poema de un día" de Antonio Machado, se instalaron en la fortaleza asaltada y comenzaron a escribir para lo que muchos de ellos era un nuevo milenio. Hoy, convenientemente reciclados, europeizados y monárquicamente democratizados, los que todavía quedan, y sus herederos, se han transformado en tertulianos de radio y televisión, en frívolos cronistas de la actualidad cultural que cometen un error factual tras otro, en críticos que no han escrito un solo libro de crítica pero sí alguno de memorias tan desmemorizadas como insultantes, en teóricos sin teoría, en historiadores que no recuerdan correctamente la Historia o la tergiversan, en catedráticos de Literatura que de un catálogo de novelistas publicado por una delegación provincial del falangista SEU en 1945 han hecho un sostén para toda la vida, en editores de textos clásicos que censuran estudios que no consideran ideológicamente correctos...
Todas estas gentes, más las que pertenecen a lo que alguien ha llamado el fascismo residual, y también quienes desde elegantes posiciones estéticas descubren a estas alturas las bellezas estilísticas de Agustín de Foxá, por ejemplo, han reaccionado y siguen reaccionando _no sin cierta violencia en más de un caso_ contra trabajos de reconstrucción histórica como el presente. Y lo seguirán haciendo, con toda probabilidad. Pues lo que une a todos ellos son, recordando Cien años de soledad, "las evasiones de la memoria".
De modo que, como ocurre en Macondo antes de su apocalíptica volatización, la realidad negada es ya la realidad. Así lo ha dicho José Vidal-Beneyto, por ejemplo: La democracia que nos gobierna ha sido edificada sobre la losa que sepulta nuestra memoria colectiva".

Libros como este sirven para evitar que la memoria se evada y se volatilice y para que permanezca no sólo la histórica, sino también la memoria literaria.

lunes, 28 de julio de 2008

Viajeros en su despacho

Hasta ahora creía que los libros de viajes se escribían sobre el terreno o, al menos, después de haberlo pisado. Digo hasta ahora porque Enrique Vila-Matas acaba de apearme de la burra, según cuenta en la entrevista que Peio H. Riaño le hizo para Público, de donde resumo:

¿Ha vivido alguna otra circunstancia en la que la ficción y la realidad se le presentasen como la misma cosa?

En ocasiones he escrito el viaje antes de hacerlo, y luego se publicaban. Al no tener ordenador portátil he escrito el viaje antes de ir a Cartagena de Indias o a Mallorca. Una vez escrito y entregado, antes de que se publicara, en el sitio al que viajaba y del que escribía, hacía lo que tenía que hacer para que todo sucediese tal y como lo había escrito. En principio, lo hago por necesidad, por los tiempos de entrega. Pero también lo hago para desmitificar la idea de contar lo que ocurre en el viaje, porque los viajes los he vivido como algo muy personal, pero a la hora de escribirlos, los he contado desde este escritorio.

No sé cómo se puede escribir un libro sobre un lugar sin haber estado en él para impregnarse de sus esencias, colores, emociones, olores, sensaciones, ruidos y silencios, aventuras y desventuras, y, mediante el oficio de componer imágenes con la palabra, ser capaz de transmitirlo para deleite, u horror, del receptor. Para mí eso es escribir un "libro de viajes". Lo otro, lo que al parecer ha dicho Vila-Matas, es inventarse un "libro de viajes", como el periodista que se inventa hazañas bélicas sin haber sido testigo de ellas.
Hay en ambos casos, a mi entender, un fraude moral y profesional, quizá asumido multilateralmente, como se desprende de la respuesta, pero fraude al fin y al cabo.
Ignoro lo que quiere decir Vila con "desmitificar la idea de contar lo que ocurre en el viaje", pero es que precisamente lo interesante de esa clase de experiencias es la mitificación, la fantasía que el autor es capaz de crear en la mente del lector. De otro modo, los libros de viajes, con su dosis de ficción, no tienen sentido. Son meras guías turísticas firmadas por un autor de renombre. Y para eso, basta con seguir otras guías. Desde el despacho.

Imagen: Viñeta de Vila-Matas realizada por Martin Elfman

martes, 8 de julio de 2008

Aquellos olvidados libertadores

Uno de los aspectos más duros, y a la vez reconfortantes, del oficio de escribir es la recuperación de la memoria histórica. Duros porque hay que zambullirse en el dolor y en el horror para extraer las causas, reconfortantes por lo que hay de justicia en el reconocimiento del sufrimiento y la generosa entrega a una causa colectiva.
El escritor francés Marc Levy hizo ese doble ejercicio para escribir su último libro, Los hijos de la libertad, en un momento en que la Europa liberada por esos hijos endurece las condiciones de admisión de muchos de sus descendientes, sin cuyo sacrificio probablemente esa Europa no sería hoy lo que es.
Levy cuenta la historia real, transmitida por su padre, de un grupo de olvidados adolescentes integrantes de la 35 Brigada de la Resistencia contra el nazismo, nombre adoptado en recuerdo y homenaje de la 35 Legión Republicana española que combatió durante la Guerra Civil del 36.
"Si Francia es hoy libre -señala el autor- es porque rumanos, polacos, húngaros y españoles, que no tenían ni 20 años, murieron para defenderla. Encontré que había llegado el momento de relatar la historia de estos hijos de la libertad, un relato que incluye valores de tolerancia y humanidad". Otro tanto podría decirse de los norteamericanos, eslovenos, checos, australianos, armenios, argentinos, chilenos, portugueses, rusos o finlandeses que lucharon en las brigadas internacionales de apoyo a la República española.
Las normativas emanadas últimamente de las factorías legislativas europeas no parece que tengan en cuenta, sin embargo, tales valores. Ni mucho menos un reconocimiento a los hijos de aquellos olvidados libertadores.

viernes, 23 de mayo de 2008

Diccionario para gais y lesbianas

Editorial Gredos acaba de publicar un diccionario para gais y lesbianas, del profesor Félix Rodríguez González.
La mayoría de las voces de argot han sido documentadas en las últimas décadas, pero también se registran otras más generales y técnicas, y más arraigadas en el idioma, para dar una visión más completa de este lenguaje, según pude leer en elcastellano.org.
La obra lexicográfica recoge 1.500 voces, entre ellas anglicismos como gay, queer, butch, drag queen, drag king, cruising, gay-friendly o barebacking, calcos o traducciones como cuarto oscuro (dark room), orgullo gay (Gay Pride), oso (bear), salir del armario (come out of the closet), mariliendre (fag hag) y agujero glorioso (glory hole). A través de Casa del Libro sabemos que el diccionario cuesta 25 euriños.
Me interesa el lenguaje y resulta muy atractiva una obra basada en la creatividad lingüística para nombrar o renombrar ámbitos de la sexualidad que adquieren dimensiones distintas en función de quien la utilice.
No me digáis que el término "agujero glorioso" no es sublime.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Miserables

Hay varias especies de miserables. Están por supuesto los asesinos, los canallas, los uxoricidas, los degolladores, los verdugos, los envenenadores, los parricidas. Pero hay miserables recónditos, ladinos, furtivos, solapados, que se enmascaran de honestos, se camuflan de héroes, se fingen generosos.
La condición de miserable es un tumor del alma, casi siempre incurable, porque el alma no admite cirugías.
Una loca ambición del miserable suele ser el poder. Aclaro que no todos los poderosos son miserables, pero sí los más encumbrados, los hacedores y/o financiadores de armas atómicas, los invasores de paisitos, los blancos que discriminan a negros y amarillos, los cazadores de palomas y de liebres, los inventores de calumnias. Hay miserables diplomados, que a veces llegar a ser miserables diplomáticos, y no faltan los que son miserables consigo mismos, esos que le hacen zancadillas a su buena fe, o sea los que se borran de su propia memoria para convertirse en solemnes granujas.
Dicen que Dios creó a los miserables para proporcionar trabajo a los ángeles justicieros. Pero los miserables son capaces de cortarles las alas.

Mario Benedetti, de su libro Vivir adrede. Alfaguara.